19.7.06

PARÍS EN CARACAS

Hace poco se celebró la fiesta nacional de Francia, el día cuando el pueblo de París tomó La Bastilla y dio al traste con la monarquía de Luís XVI. Eso es lo que superficialmente se piensa, pero si aguzamos el análisis veremos que la realidad fue otra. Veamos.
La toma de La Bastilla derrumbó la monarquía de Luís XVI, eso fue verdad, pero también fue verdad que, a pesar de la "Libertad, Igualdad, Fraternidad", el rey fue restituido y se implantó una suerte de monarquía constitucional bajo la regencia del mismo monarca. La Revolución dio sus primeras vacilaciones.
Sucedió un fenómeno en el que los mecanismos de defensa más profundos de un sistema, los que se encuentran en la psiquis, en las costumbres, en la cultura, se manifestaron.
El pueblo francés no pudo desprenderse de la costumbre de una monarquía y, después de derrocarla y avanzar en la Revolución, vinieron las cadenas instaladas en lo más íntimo del alma colectiva en su auxilio, para restituirla. De ese fenómeno no se daban cuenta sus actores, era difícil para ellos brincar por sobre siglos de costumbres, de cultura tallada para justificar la monarquía, de religión al servicio de ese sistema, de filosofía que lo apuntalaba, de política atrapada en el metabolismo monárquico.
Es que una Revolución no es un hecho menor, se trata de construir sobre los escombros del pasado la luminosidad del futuro, se trata de romper con todo, y producir el parto de la historia. Se comprende que los franceses tomaron La Bastilla, y la hazaña no fue suficiente para hacer Revolución.
Ese peligro, el de la restitución, al igual que en todas las revoluciones conocidas, lo vivimos en nuestra Revolución Bolivariana.
Con la victoria del Comandante se derrumban las instituciones oligarcas, el pacto de punto fijo se desmorona, y entramos en un nuevo período, esto equivale a la caída de La Bastilla (recordemos que tomar La Bastilla no es suficiente). Ahora vivimos en un periodo de turbulencia, tal como lo define el Comandante junto a Gramsci, de pugna de lo viejo que no termina de morir y de lo nuevo que no termina de nacer.
Las experiencias de las revoluciones vienen del pasado para ayudarnos a no cometer errores, a superar peligros. Es de revolucionarios oír, aprender de la sangre y la angustia del pasado.
Es hora de profundizar la Revolución, luchar contra las fuerzas restauradoras que nos acompañaron en las primeras etapas, en la toma de nuestra Bastilla, pero, ahora quieren restituir con algún maquillaje lo viejo. Es el momento de romper las cadenas que desde el fondo de nosotros mismos nos mantienen atados al pasado, dar el gran salto hacia la construcción del Socialismo. Ya no caben fórmulas intermedias, atenuadas, que sólo consiguen abrir camino al terror del fascismo.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!
¡Chávez es Socialismo!

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