Algunos decían que era un milagro, otros apuntaban que era una empresa inútil, y argüían que la Revolución es una ecuación sin solución. No es posible, decían, porque la construcción del futuro necesita una ética, una moral, una conducta que no posee está sociedad educada en la ética, la moral, la conducta que queremos superar. Entonces, continuaban, es imposible que la sociedad del pasado se niegue a sí misma y construya la sociedad del futuro. Y, concluían, que la empresa era imposible, sólo una bella utopía.
Después de estos argumentos se hizo el silencio, parecía que la causa revolucionaria saldría derrotada una vez más, el argumento era poderoso: el pasado no puede construir el futuro concientemente, sólo nos queda resignarnos a que el futuro venga, no podemos planificarlo. Yo, lo confieso, me entristecí y me sentía incapaz de descifrar la ecuación. ¿Será verdad que no es posible, tendrán razón estos contrarrevolucionarios ilustrados?
Desde el fondo de la mesa alguien empezó a refutar el argumento contrarrevolucionario: ¡No somos abejas!, exclamó, somos seres humanos que vivimos la contradicción de ser animales, de ser naturaleza, y también de pensar, de imaginar, de rebelarnos a los mandatos naturales que atrapan el rebaño, y eso nos hace dioses. Nosotros somos dioses capaces de hacer milagros, de hacer revoluciones.
El defensor de la Revolución continuó: el hombre tiene una cualidad, es capaz de imaginar, de soñar otros mundos, mundos que tienen base material, que tienen su germen en el presente.
Los soñadores se encuentran, se identifican y se organizan. Al principio es un pequeño grupo, luego crece hasta que alcanza dimensión de cuerpo. En ese momento, podemos decir que en el seno de la sociedad vieja ha surgido un organismo nuevo, la semilla, el embrión de la nueva sociedad. Ahora se establece la pugna entre lo viejo y lo nuevo, destinada a jalonarnos al futuro.
Ese germen es la organización revolucionaria, es como un ente con vida propia que prefigura a la sociedad del futuro, y dirige la lucha contra la sociedad vieja hasta reducirla a vestigios. Es así, con la organización revolucionaria, que se rompe el dilema del pasado construyendo futuro, encontrándole solución a la ecuación revolucionaria.
La suma de todos los sueños, de todas las imaginaciones, hace de la organización un factor del futuro. Sus miembros son del pasado, pero la suma de todos los esfuerzos, construyen una organización que supera a los individuos que la forman, prefigura al futuro, lo trae y lo hace entrar en combate. He allí el milagro, y la razón por la que no es posible Revolución, no es posible romper con el pasado, sin esa organización política revolucionaria.
La organización política revolucionaria, es una muestra de la madurez del pueblo, e indispensable para el avance revolucionario.