19.3.08

CUBA DEFINE

En 1989, el mundo asistió perplejo a la caída sin combate del campo socialista. Inmediatamente florecieron teorías para explicar al nuevo mundo que se estructuró sobre los escombros del muro de Berlín. Se llegó hasta vaticinar el fin de la historia, absurdo que aún sobrevive.
En Venezuela la situación fue similar. Salieron nuevas interpretaciones del mundo y se produjo un cataclismo en la teoría revolucionaria. El escepticismo cundió, pasarse al campo contrarevolucionario era tolerado, bajaron las tensiones entre los revolucionarios y los dirigentes del status.
Muchos líderes revolucionarios pasaron a formar parte de los gabinetes de los gobiernos de la dominación. Se vendieron los libros de Marx y de Lenin a las librerías de usados, que los compraban a precio de papel de envolver. Era mal visto hablar de la época de la guerrilla, o se mencionaba con desprecio.
Todo parecía definido, el mundo se había reconstruido, el asunto era insertarse, conseguir ubicación en aquella arquitectura social que duraría por los siglos de los siglos.
Un hecho perturbaba a estos exrevolucionarios, ahora renegados: Cuba estaba allí, permanecía, resistía… ¿Por qué? ¿Por qué? Ninguna de sus neoteorías daba explicación a este hecho. Todas se estrellaban frente a la fortaleza moral cubana.
Las explicaciones llovieron con desespero: “está allí, pero tiene problemas, no hay jabón”. “Está allí, pero no hacen elecciones”. “Esta allí, pero no cumplen con los derechos humanos”. Explicaciones y justificaciones que se derretían al acercarse a los hechos: estaba allí, bloqueada, sin ayuda, sola en el mar del capitalismo, y no caía.
La lección era una: el Socialismo es viable y es el futuro de la humanidad.
Sólo un pueblo Socialista es capaz de la hazaña de la Cuba de aquellos días: ¡resistir a la caída del campo socialista, y al embate del imperio más poderoso que ha conocido la historia!
Ella preservó la esperanza.
Nos decía con su ejemplo que un mundo mejor es posible, que la historia no terminaba con el capitalismo, que la enfermedad era superable. Poco a poco, la humanidad volvió sus ojos a Cuba. Su llama heroica aún alumbra el camino de salida del infierno capitalista.
La posición frente a Cuba define a los revolucionarios. A ella nos une algo más que intereses materiales o afinidades ligeras: nos une la hermandad de remar juntos en el mismo barco, el de la redención del humano, el del Socialismo.

18.3.08

PARTIDO Y CONCIENCIA REVOLUCIONARIA

La elección de la directiva provisional del PSUV es propicia para refrescar algunas reflexiones sobre la organización revolucionaria. Veamos.
La organización política está condicionada por varios factores:
Uno, la sociedad que esa organización pretenda: si es una sociedad capitalista, con un sistema político de democracia hipócrita, tipo pacto de punto fijo, entonces la organización necesariamente será parecida al fenecido MAS, o a los roñosos COPEI y AD, una simple maquinaria electoral, una agrupación clientelar, que será reflejo de la sociedad propuesta.
Por el contrario, si lo que persigue es una Revolución, construir una nueva sociedad, las características cambian.
La organización revolucionaria parte de un principio: La conciencia revolucionaria de la sociedad es desigual, es decir, hay diferencias en los niveles, diferentes ritmos en el desarrollo de la Conciencia del Deber Social. Vale la pena ahondar en este principio, que es básico para entender la necesidad, las características de la Revolución y de la organización revolucionaria. Expliquemos más.
El sistema capitalista se mantiene, domina a costa de imponer su conciencia egoísta, a costa de una cultura hegemónica que justifica y perpetúa el egoísmo, la competencia, la apropiación del trabajo ajeno. De esta manera hace posible que la mayoría de la población, que padece el sistema, no se rebele contra él, al contrario, lo apuntale. Esta situación hizo posible casi medio siglo de dominación del pacto de punto fijo.
En contraste, la Revolución es la superación de la hegemonía de la conciencia egoísta, propia del capitalismo, por la Conciencia del Deber Social, propia del Socialismo.
Al principio esta conciencia anida en un grupo pequeño que la difunde con su ejemplo y con sus ideas. Luego tienen lugar las acciones políticas que cuestionan el sistema capitalista y disputan el poder. Y, finalmente, se produce la Revolución.
En este proceso de sustitución de una conciencia por otra, los niveles de desarrollo son desiguales: unos adquieren la Conciencia del Deber Social más rápido que otros, algunos se parecerán al Che, otros se mantendrán con la hegemonía de la conciencia oligarca.
Es así que la organización revolucionaria congrega en su seno a los que han avanzado más en la Conciencia del Deber Social, y tiene como función principal elevar esa conciencia en el resto de la población. Todas sus acciones, su ejemplo, su prédica, tienen como objetivo la elevación de esa conciencia.
La organización de los más concientes se adapta a las diferentes etapas de la lucha revolucionaria. Al principio es una organización conspirativa, ejemplo, el MBR200. Después, cuando las condiciones lo exigen, es una organización electoral, ejemplo, el MVR. Y, finalmente, cuando la Revolución avanza, se transforma en una organización revolucionaria. Siempre agrupa a los mejores, a los que tienen una elevada Conciencia del Deber Social.
¡La organización revolucionaria es prefiguración de la Sociedad Revolucionaria!
¡El militante revolucionario es prefiguración del Hombre Nuevo!
¡La función principal de la organización revolucionaria es elevar la Conciencia Revolucionaria en la sociedad!
¡Irreverencia en la discusión, Lealtad en la acción!
¡Chávez es Socialismo!

17.3.08

ERRORES Y PROPIEDAD

La Revolución Bolivariana ha cometido errores, tiene carencias y dificultades, negar esta situación es propio de cretinos. El deber de los revolucionarios es discutir las fallas, única manera de posibilitar su corrección. Nunca se justifica ocultar los errores y los problemas, al contrario, es en época de adversidad cuando es imprescindible el reconocimiento de los traspiés, sólo conociendo los obstáculos se puede avanzar. Pensemos en el Manifiesto de Cartagena, que nos ilustra cómo una crítica profunda, un reconocimiento de las equivocaciones cometidas, cambió el curso de la historia y posibilitó la revolución de independencia.

Pero no es práctica sana ir discutiendo error por error, desacierto por desacierto, ese camino nos llevaría a un agotador e ineficaz esfuerzo. Lo correcto es ir al fondo, a los generadores de los errores y, corregidos estos, los desaguisados disminuirán y la labor contralora revolucionaria se simplificará.
En la Revolución Bolivariana uno de los más importantes generadores de errores es la falta de una definición clara del problema de la propiedad. Expliquemos.
La forma de propiedad de los medios de producción sostiene una espiritualidad, una cultura, que le es propia, la sustenta y la perpetúa. Siendo así, sobre la forma de propiedad capitalista, nosocial de los medios de producción, no es posible instalar una espiritualidad, una cultura socialista. Al contrario, sobre la propiedad capitalista, sólo y necesariamente, se formará la conciencia egoísta del capitalismo. Ahora bien, únicamente, y repetimos, únicamente, sobre la Propiedad Social de los medios de producción se podrá construir el Socialismo, la espiritualidad de la solidaridad, la cultura del amor.
El punto, que es de vital importancia, ha pasado por debajo de la mesa de la discusión, trayendo como consecuencia que se reproduzcan con fuerza esquemas de propiedad propios del capitalismo. Por supuesto, que la incoherencia, entre economía nosocial, capitalista, y el requerimiento de una conducta, una ética socialista, de la solidaridad, del amor, trae confusión, hipocresía, falsos valores. De allí que podemos decir que la mayoría de los problemas que confrontamos tienen su origen en esa incoherencia.
Si estimulamos la propiedad nosocial de los medios de producción, si prestigiamos a la empresa privada como eficaz y capaz de resolver los problemas sociales que ella misma generó, estaremos desinformando, confundiendo al pueblo, sembrando en la población la ética del egoísmo y, lo que es peor, expectativas egoístas, disolventes sociales. Y, de esa ética de la ganancia por encima de la vida, sólo surgirán conductas que enterrarán a la Revolución en la tumba del logro inmediato, la sacrificarán en la hoguera de la ganancia inaplazable. Es necesario corregir estos errores. La historia de los pueblos está llena de iguales desatinos, y plena de los crueles resultados a que conducen.
¡Irreverencia en la discusión, Lealtad en la acción!
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!
¡Chávez es Socialismo!

16.3.08

BARBARIDADES

Socialismo ¡cuántas barbaridades se dicen en tu nombre!

El hombre es capaz de usar el lenguaje para entender, ordenar, modificar la realidad, pero también lo puede utilizar para ocultarla, disfrazarla.
Lenguaje y realidad se entrelazan, de la misma forma que pensamiento y realidad interactúan.
Siendo así, y sin meternos en honduras, podemos deducir que el lenguaje no está separado de la ideología, al contrario, la relación ideología-lenguaje es estrecha, inseparable.
Cada ideología tiene un lenguaje que le es propio, con él expresa su visión del mundo, y en él a su vez se refleja su mundo, su posición en ese mundo, su conciencia.
Podemos decir que el oligarca, el burgués, tiene un lenguaje que se caracteriza por su incongruencia, por la mentira. Cuando un oligarca, un burgués habla, hay falacia.
Esa incoherencia en el lenguaje es reflejo de su mundo fundamentado en el fraude que necesitan maquillar, transmutar en un mundo natural, dar legitimidad al robo, justificar la transformación del hombre en mercancía.
Por el contrario, los revolucionarios tienen un lenguaje que se caracteriza por la congruencia entre las palabras y su contenido, entre las palabras y su significado, su referente.
Las palabras del revolucionario están cargadas de verdad, en las palabras de un revolucionario hay certeza.
Por eso se dice que Revolución es no mentir jamás. No necesita mentir, al contrario, la Revolución es la restitución del mundo de la verdad, del verdadero estado natural del hombre, del mundo de la libertad.
De aquí que el uso del lenguaje cuidadoso, coherente, responsable, serio, es una cualidad revolucionaria. Y el combatir la mentira, la imprecisión en el lenguaje, es una batalla revolucionaria.
La primera palabra que debemos rescatar y llenar de contenido, de precisión, es la palabra SOCIALISMO, esa es una batalla importantísima. En la medida que esa palabra salga del terreno de la improvisación, que adquiera precisión teórica y contenido en la realidad, referente real, en esa medida estaremos avanzando en nuestra marcha hacia el Socialismo.
Ahora bien, mientras esa palabra signifique cualquier cosa, desde los más absurdos disparates hasta los más locos inventos, mientras la palabra sea víctima de la pirotecnia verbal, sin sentido, propia de la irresponsabilidad marginal, mientras no se someta a la discusión escrita y, por tanto, quede sólo expuesta a las fugaces definiciones de la oralidad intrascendente, será señal de nuestra debilidad teórica, y con esa debilidad no conseguiremos avanzar.
Debemos llenar la palabra Socialismo de contenido revolucionario, llevarla al terreno de la emoción, que signifique algo por lo cual vale la pena luchar, hasta dar la vida si es preciso.
Debemos llenar la palabra Socialismo de contenido. No podemos permitir que el grito Patria, Socialismo o muerte se transforme en un simple lema que se hace automático y por costumbre, un trámite sin sentido. Debemos elevarlo a ser profecía de de la sobrevivencia de la humanidad, presagio de triunfo, de lucha y de entrega.
¡Sin Socialismo la humanidad perece!
¡Irreverencia en la discusión, Lealtad en la acción!
¡Chávez es Socialismo!