Es una realidad aceptada por todos que la humanidad corre peligro de extinción. Los países más desarrollados buscan soluciones a la amenaza que ellos mismos son. El mundo todo se reúne en conferencias, Kioto, Copenhague, México, forman un rosario de incapacidades. Las más elevadas mentes del planeta pregonan en el desierto, advierten el peligro frente a un mundo sordo embriagado de inmediatez.
La pregunta que surge angustiosa, es: ¿Podrá el Hombre sobrevivir a sí mismo?
Algunos científicos ya claudicaron, y concluyen que el Hombre es una plaga que sólo la naturaleza podrá controlar. La Humanidad no tiene la capacidad de cambiar el rumbo de destrucción.
Los humanistas, los que creen en el Hombre, los que están convencidos de que el Hombre no es una pasión inútil, siguen luchando por la sobrevivencia de la especie, porque sea la Humanidad su propia cura. Son pocos y son débiles. Los atrapados en la lógica del capitalismo son aplastante mayoría, y tienen poder.
La lucha de los socialistas es la lucha por la Humanidad. El Socialismo es la única posibilidad que tiene la especie de sobrevivir. Se trata de una confrontación definitiva y difícil del hombre contra el hombre, o más preciso: del hombre del capitalismo contra el hombre del Socialismo.
Es así, ya no hay tiempo para melindres, para gambetas teóricas, para florituras, el Socialismo no puede hacerse con la cadencia de los ritmos de la política burguesa, obteniendo pequeños triunfos, haciendo un buen gobierno ¡No! ¡No hay tiempo! El mundo se desmorona frente a nuestros ojos, es necesario un corrientazo, conmovernos, sacudirnos. No podemos conformarnos con una transición infinita, el mundo, la Humanidad espera de nosotros un ejemplo, que mostremos que somos una sociedad referencia de lo posible, que lo demostremos hoy.
Ese es nuestro reto, la Humanidad lo reclama.
Esta sociedad no puede seguir, por ejemplo, consumiendo gasolina y electricidad como un monstruo voraz que se digiere a sí mismo, o quemando divisas en mantener contenta a una clase media insensata que calma sus neurosis con consumismo. No podemos seguir siendo primeros importadores de licores o de agua fina. Así no somos ejemplo para nadie, estamos cavando nuestra sepultura y la de la Humanidad.
Es necesario tomar medidas heroicas para restituir el sentido de sociedad, para que se controle a sí misma y el Hombre salve al Hombre. Es indispensable superar los caprichos de unas reglas heredadas de la burguesía, distorsionadoras del hombre, fragmentadoras de su condición social, que tuercen su autopercepción con manipulaciones mediáticas.
No podemos seguir danzando alrededor del becerro de oro, ese es el camino a la extinción. Debemos correr el riesgo de convocar al pueblo para la grandeza de crear un ejemplo para el mundo, de señalar el camino hacia una nueva sociedad guiada por profundos sentimientos de amor, hacia el Socialismo.
Los revolucionarios deben ligar las tareas tácticas con la gran tarea estratégica de la creación del ejemplo socialista.
¡Sin Chávez no hay Socialismo!