Las democracias oligarcas fragmentan a las sociedades en dos mundos: uno, la ficción, el otro la realidad. Veamos.
El mundo de ficción es construido por las oligarquías usando principalmente los potentes medios de nocomunicación, los medios de deformación, principalmente la televisión, pero también la radio, la prensa, el cine, el teatro, la música, el arte.
Este mundo de ficción atrapa al dominado de tal manera que lo castra para la tarea liberadora, le suministra valores inocuos, le impone metas baladíes, le da sensación de lucha, cuando en realidad están dando vuelta en una tramoya, haciendo boxeo de sombra, o en una guerra de pelota y grama.
La energía reservada para lo heroico se disipa en la hazaña del circo, en el grito del stadium, o del reality show fabricado por la televisión. Ya no hay próceres, ahora los héroes son los inofensivos personajes de la farándula.
La política fue transformada: de la manifestación de voluntad activa, propia de la Independencia, o las jornadas de Abril, o de Honduras, que tiene más rabia que dirigentes, en la parsimonia de unas elecciones que son más narcóticas que manifestación de lucha.
Ese mundo de ficción es construido para la dominación, y les funciona bien, hasta que los pueblos despiertan y se zafan, regresan al mundo real, y comienza un período de posibilidad revolucionaria.
El mundo real sustituye a la ficción, cuando esto ocurre, la fuerza ocupa su lugar sin afeites: los dominadores bombardean, expulsan en la madrugada a Presidentes, invaden, amenazan con paramilitares y bases que apuntan su odio a los pueblos que despiertan.
En el mundo real, las leyes, los valores, los métodos, son otros, no funciona la parsimonia que duerme la insurgencia, ahora es necesario mostrar la movilización que construye y defiende. Ya no es suficiente ganar elecciones oligarcas, es necesario movilizar la fuerza popular, sólo eso, pueblo masivamente en la calle, organizado, conciente, podrá detener la embestida, las intenciones de regresarnos al rebaño.
La Revolución Bolivariana, que está en una fase de transición inédita, debe tener éxito en el mundo de ficción que aún arrastra, esto es: debe ganar las elecciones oligarcas, que son adormidera, visión corta, mera táctica, y debe también prepararse para zafarse de la ficción, entrar en el mundo real.
Debe construir en el mundo real, una nueva manera de elegir, nuevas maneras de manifestar la voluntad popular, de medir la mayoría actuante.
Los dos mundos se deben atender, en los dos se debe ganar, pero los revolucionarios debemos saber que no es la ficción oligarca la que conduce los pueblos a los cambios, ese mundo debe ser sustituido por el mundo real, es allí donde ocurre la Revolución.
Salir del mundo oligarca, propicio a la dominación, necesita un esfuerzo consciente, una alerta permanente, un rompimiento con el pasado, instaurar nuevos valores. Se trata de un profundo cambio cultural.
No es posible construir Socialismo sin sustituir ese mundo de ficción que sostiene al capitalismo, ese es el reto de la Revolución Bolivariana.
¡Chávez es Socialismo!