La tarea de
superar al capitalismo es de vida o muerte, y es también una tarea sumamente
difícil. Los intentos de superarlo nos han demostrado la posibilidad de
hacerlo, pero también que él regresa desde el fondo del alma de las
revoluciones para restaurar su reino de miseria.
La batalla por el Socialismo no acepta tibiezas,
concesiones, debe ser radical, esta es la única manera de impactar en el
baluarte de la conciencia capitalista que años de dominación han construido en
el alma social.
Todo debe ser revisado, los pilares culturales del
pasado deben ser sustituidos, la ética vieja pulverizada, la organización
social y la conciencia social, despertadas, la propiedad social convertida en
ariete que sustente las fuerzas del cambio de valores.
Cualquier resquicio, cualquier grieta en el proceso
revolucionario, es dilatada por el capitalismo para engendrar el monstruo.
En toda esta guerra la batalla ideológica es
fundamental, allí se pierde o se gana la contienda. Sin una gran solidez
ideológica, sin un profundo conocimiento de las teorías revolucionarias
universales, sin conocer lo construido por los precursores, los errores por
ellos cometidos, los aciertos, no es posible entender el momento que vivimos,
interpretarlo, producir respuestas teóricas a la realidad inédita, enriquecer y
superar la teoría revolucionaria, adaptarla, única manera de hacerla útil para
la acción.
En la batalla ideológica son muy importantes las ideas, los conceptos
estratégicos que guían la acción, que definen rumbos, esos deben ser sometidos
a disección fecunda. Veamos un ejemplo.
El concepto de progreso surge directamente de la
economía capitalista, caracterizada por la necesidad de crecimiento incesante
de sus mercados, de la circulación del capital. Así un país progresa en la
medida que sus índices indican aumento en la producción, en la circulación de
capitales, en el aumento de lo que ellos llaman riqueza.
Cuando los clásicos estudiaron la historia de la
humanidad, estudiaron la historia de los sistemas de explotación del hombre por
el hombre, que alcanza su expresión más acabada en el capitalismo. Esta etapa
tiene sus propias leyes.
El Socialismo no es la simple superación de un
sistema, es la superación de toda una etapa de la historia (que los clásicos
llaman prehistoria), tiene sus propias leyes, nuevos conceptos de los objetivos
estratégicos. El concepto de Progreso debe ser revisado, pues el planeta no
resiste el aumento demencial de los índices capitalistas de progreso. El
progreso capitalista es el suicidio de la especie.
El objetivo estratégico del Socialismo debe ser el
rescate de la Armonía. Es decir, adaptar la vida de la humanidad al palpitar,
al ritmo, a la cadencia de la naturaleza. Así se producirá en armonía con la
naturaleza, se consumirá acorde con el entorno, la vida humana será un eslabón
más en la larga y maravillosa cadena de la vida planetaria.
Entonces, los índices de medición de la vida económica
del Socialismo medirán la armonía alcanzada, y sustituirán los espantosos
índices del capitalismo, que miden cómo el “Progreso” nos acerca a la
extinción.
¡Con Chávez siempre!
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