8.6.12

EL TUQUEQUE (Viernes 08-06-2012)


Otro nombre del capitalismo bien podría ser "El Tuqueque". Su capacidad de regeneración es asombrosa: una Revolución le mutila la cola y en poco tiempo tiene una nueva, más vigorosa y agresiva que la anterior.
El capitalismo ha dado muestras de poseer más vida que siete veces setenta, y siete gatos. Resiste todos los ataques, ha conseguido sobrevivir a muchísimos intentos revolucionarios y retoñar orondo.
¿Cuál es su escudo? La pregunta tiene tantas respuestas como situaciones históricas son posibles. Los escudos que protegen al capitalismo son variados, podemos adelantar algunas características de ellos.
Los escudos importantes, los más peligrosos, no actúan en la superficie, se encuentran en lo profundo del alma, y de allí emergen cuando las otras protecciones son derribadas. Es así, se puede derrotar a los gobiernos capitalistas, se pueden modificar sus instituciones, trasformar su Estado… todos serán pasos en el camino correcto, sin embargo, el Tuqueque tendrá aún intacto su poder de regeneración, los escudos profundos están allí esperando para actuar.
Uno de estos escudos, de estos artilugios que protegen la capacidad de regeneración del Tuqueque, son los "pactos”, los “armisticios". La historia está llena de estas componendas, aparecen disfrazadas de doncellas, maquilladas con el rubor de la buena intención y de la búsqueda de la paz.
Hoy en Venezuela aparece este escudo capitalista. El Tuqueque intenta renacer o, mejor, recuperarse de los avances del Socialismo. Hoy pende sobre la Revolución el peligro de la restauración, asoma en el horizonte el pacto, que conocemos muy bien.
Los que proponen la claudicación del Socialismo fungen hoy como diestros operadores políticos, hombres de olfato, componedores de situaciones desesperadas, alabanzas aquí, cizaña allá.
Ya el Tuqueque, usando triquiñuelas de todo tipo, consiguió un pacto en lo económico. Reaparece el capitalismo en mil versiones, unas con caretas grotescas como esa de "empresarios socialistas" o "productores productivos" y otras formas de propiedad nosocial con más disimulo. Últimamente, de manera insolente, tiene la osadía de alabar la vigorización del sector capitalista como un logro de la Revolución. Al no tener resistencia, al no tener respuesta, avanza presto para dar al pacto económico su expresión política y completar la regeneración.
Los aires de concertación rondan la Revolución , la cercan. Lo primero que aparece es el miedo, los agüeros de crisis inventadas. Inmediatamente se busca como solución la cooperación de la oligarquía, de los capitalistas, se intenta así extender la convivencia en lo económico a otras áreas sociales. Por ejemplo, excusados en el miedo a la inseguridad (en gran medida hechura mediática), contrabandean una concertación con la "Ley de desarme". Así borran las diferencias, todos somos iguales, la Revolución es lo mismo, pero un poco diferente. No hay razones sagradas, no hay objetivos importantes, lo mismo da uno que otro.
De esa forma ya el mandado está hecho, los pactistas cumplieron su papel: ante la crisis simulada gritarán "¡es necesario un gobierno común!", "¡el capitalismo nos salvará, regresemos!", “¡que brote de nuevo la cola del Tuqueque!”... “¡al carajo la Revolución !”.
 ¡Con Chávez resteaos!

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