El hombre
imagina, esa es su naturaleza, tiene la capacidad de crear mundos ficticios, y
ejerce esa cualidad. La fantasía nos hace humanos. El amor, cimiento de la
humanidad, se alimenta de fantasía, de lunas conquistadas, de flores que abren
postigos, poesías que transforman acantilados en canciones y lágrimas en lanzas
metálicas.
Esa capacidad de imaginar universos paralelos, dio
origen a la literatura, la poesía y a las artes. Beethoven, aun siendo sordo,
pudo componer impactantes sinfonías porque las imaginaba, aunque nunca llegó a
oírlas. Picasso transformó el horror de la guerra en arte, consiguió que la
belleza fuese vehículo para recordarnos, con Guernica, la crueldad de que somos
capaces.
Es asombrosa la capacidad de imaginación de la
especie, crear religiones donde sólo había un poste tallado, convertir truenos
y rayos en dioses, fundar Parnasos y Olimpos.
La capacidad de imaginar hace del hombre un ser de
fuerza extraordinaria y también de debilidad increíble. Deprimirse hasta la inanición
por amor, y también resistir el campo de concentración, la soledad del
náufrago. Crea cosmos que lo evaden del sufrimiento, o lo sumergen en el
tormento.
En política, la capacidad de imaginar es
indispensable, aunque también es un quebranto. Es muy útil cuando prefigura la
meta, el futuro, y estimula las batallas del presente. Pero cuando lo deseado,
lo imaginado, la realidad, se confunden en una madeja laberíntica, entonces, se
produce una especie de esquizofrenia política que es camino seguro a la
derrota.
La imaginación debe ser manejada con tino, que
estimule la marcha sin enceguecer el entendimiento, que no paralice el
pensamiento, que tenga vuelo alto sin perder el contacto con la realidad. Esa
es la mezcla ideal, imaginación y realidad, hechos y teoría dirigiendo la
transformación.
La Revolución es el mayor esfuerzo de imaginación que
el humano pueda hacer, debe estar fusionada con una gran compresión de la
realidad, ésta es la defensa contra uno de los grandes males del proceso de
cambio: el Fetichismo.
El poder, pero también toda actividad política,
tienen, por su misma condición, un alto peligro de ser contaminado por el
fetichismo: crear realidades que son meras imaginaciones, construir mundos que
sólo existen en la mente de los políticos y perder la capacidad de sentir la
realidad.
La historia está llena de derrotas sorpresivas, de
derrumbes imprevistos. ¿Quién podía prever la caída de la Unión Soviética ? No
los arrogantes que estaban sumergidos en su burbuja de ficción, lo hizo el Che,
ejemplo de esa mezcla de imaginación y realidad. ¿Quién podía imaginar la
debacle en Vietnam, o el empantanamiento en Irak?
Esta Revolución debe mantenerse alerta frente al
fetichismo, a la imaginación desbocada. El contacto con la realidad debe ser de
vida o muerte, y éste supone alta capacidad de crítica, voluntad de aceptarla.
Una Revolución tendrá la altura de la calidad de su crítica, del trato que le
dé. Recordemos la sentencia martiana: "Criticar es amar".
¡Con Chávez imaginaremos mundos y los construiremos!
1 comentario:
Magnífica esta iniciativa de divulgar la extraordinaria columna que debe ser objeto de permanente estudio para nuestra formación socialista. FELICITACIONES!!!!!!
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