Las Revoluciones buscan sus propios senderos, estudiemos un ejemplo: Las arroceras, fieles a su esencia capitalista, tratan de evitar el control del Estado Revolucionario, evaden el control de precios del arroz normal, produciendo sólo variantes no reguladas.
Aumentaban así sus ganancias a costa del hambre de los humildes. El Gobierno Revolucionario, como tiene que ser, intervino a las arroceras y las obliga a reorganizar su producción.
Es una acción correcta, legítima del Estado Revolucionario en protección del pueblo. Similares acciones se toman en todos los países. Hasta aquí, el asunto no debía pasar a mayores. Pero la ofensiva de los “instrumentos de guerra mediática oligarcas” es inmediata, lo que nos coloca en una realidad bélica.
No se hace esperar la ofensiva oligarca, crean ficción de desabastecimiento, amedrentan con el fantasma de la dictadura, preparan el terreno para futuras arremetidas. Eso era de esperar, el capitalismo atropella con crueldad inusitada todo lo que se opone a sus ganancias, su Díos es el dinero, no le importa nada más.
Frente a la ofensiva oligarca debemos estudiar profundamente la calidad, el origen de nuestra respuesta.
Aquí hay dos vertientes: el problema técnico, de equipos de radios y televisión, su cobertura, etc., y la otra vertiente, el contenido, este es el más importante, o mejor, este es el decisivo.
Y aquí llegamos al punto crucial: La batalla mediática es una guerra ideológica, y en la confrontación de las ideologías lo determinante son los núcleos de producción ideológica, y el Partido, que debe ser centro motriz de esa producción ideológica, debe ser el rector de ella.
El pueblo debe hervir de discusión que alimente a la Revolución, práctica y teoría deben formar un único complejo, sólo de esta manera podremos tener éxito en las respuestas a la oligarquía, sólo así daremos sentido a la amplia red de instrumentos mediáticos con los que cuenta la Revolución.
Desde la improvisación, desde la espontaneidad, no podemos dar respuesta a la ofensiva ideológica oligarca, que tiene a su servicio universidades, tanques pensantes, institutos de análisis, milenios de costumbres, toda una cultura.
Toda batalla económica debe ir precedida, debe suceder en el marco de una nutrida campaña ideológica.
La producción ideológica no es sencilla, no es fácil en un país como el nuestro, y en las circunstancias que vive: somos un país rentista, con una amplia clase media y extendida marginalidad. En el interior de la Revolución se escenifica una feroz lucha de clases.
Así, el anarquismo, que encuentra asidero en la composición de la sociedad, ha bombardeado la elaboración teórica, ha prestigiado el espontaneísmo y a la fragmentación popular, por esa vía consigue desarmar al pueblo, inhabilitarlo para las tareas que la etapa del avance socialista exige.
Para hacer frente a la ofensiva oligarca y derrotar sus aparatos de deformación mediática, para armar al pueblo ideológicamente, es imprescindible erradicar de las filas revolucionarias la ideología anarquista, que impide construir una respuesta rigurosa, firme, clara.
¡Socializar la ideología Revolucionaria para avanzar y vencer!
¡Chávez es Socialismo!
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