La sociedad capitalista se caracteriza por la anarquía sustentada en el egoísmo, es una guerra de todos contra todos, esa es su esencia. Las organizaciones están impregnadas de esta contradicción, el egoísmo y la necesidad de vivir en colectivo.
A la sociedad, sobre todo a los humildes, se les impide, se les sabotea de mil maneras las organizaciones integradoras nacionales. Las pocas que surgen son agrupaciones de egoísmo, Egoísmos colectivos de defensa ante otras organizaciones similares, nunca son formaciones que le den organicidad a la sociedad.
Así encontramos asociaciones comunales aisladas del resto de la sociedad, sociedades de vecinos aisladas, colegios profesionales que defienden los egoísmos colectivos, sindicatos de resistencia y puja frente a los patronos.
Los partidos políticos siguen el mismo modelo, son asociaciones cuasi mercantiles que medran del Estado, agrupaciones clientelares que defienden al Estado, pero que contribuyen a esparcir la ética capitalista y garantizar la desorganización social.
En contraste con el partido oligarca, la organización revolucionaria tiene características opuestas, es una agrupación de los más concientes que prefigura la sociedad socialista del futuro. La organización revolucionaria dirige la reintegración social de la sociedad, el establecimiento de la Conciencia del Deber Social, el restablecimiento de las relaciones amorosas entre los humanos y de estos con su entorno, restitución de la condición humana del hombre mercancía. En resumen, dirige la construcción del Socialismo.
Es una organización política que dirige la disputa del poder político a las clases hegemónicas, lo captura para hacer de las ideas de la nueva sociedad un anhelo nacional.
El partido revolucionario, la organización, debe tener una nueva ética. Entre sus miembros deben prevalecer las relaciones fraternas, debe ser prefiguración de la sociedad que se quiere construir, la sociedad que promete al pueblo, demostración de las bondades de la sociedad prometida, debe educar con el ejemplo.
En el camino de la construcción de la organización se presentan obstáculos, la lucha contra la cultura egoísta es el principal de estos escollos, es una batalla contra nosotros mismos que sólo tendrá éxito en la vida en colectivo.
No es concebible una Revolución sin una organización política, porque no es posible la lucha contra la cultura egoísta capitalista sin la agrupación de los más concientes, los más lúcidos, una lucha sin organizar para potenciar la acción de los que van adelante en la toma de conciencia, en entrega, en desprendimiento, sin la vanguardia de la sociedad. El aislamiento de los mejores debilita el combate por la redención, al contrario, la unión de los mejores es potencia exitosa.
No es posible una Revolución sin una organización nacional de los revolucionarios que le de sentido al combate contra las organizaciones nacionales de las clases hegemónicas.
¡Chávez es Esperanza Socialista!
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