El hombre del capitalismo se debate en un dilema trágico entre su individualidad y su sociabilidad. El hombre es social, no se concibe un individuo sin sociedad. Las principales características que nos hacen humano surgen de la vida en sociedad: la cultura, la economía, la religión, el pensamiento, todos son fenómenos sociales. Es fácil, entonces, concluir que la sanidad humana, la sanidad de una sociedad humana, depende íntimamente del tipo de relación que se establezca entre el individuo y la sociedad.
Si la relación es solidaria, amorosa, es decir, que la causa social y la causa individual están fusionadas, son una, de tal forma que el beneficio del individuo también es beneficio de la sociedad, y lo que favorece a la sociedad redunda en bien del individuo, se llega en este caso a un grado de comunión de intereses, se produce la integración del hombre consigo mismo, con sus semejantes y con su entorno. Esa es una sociedad sana, donde las potencialidades del individuo y de la sociedad se desarrollan al máximo para bienestar y felicidad de todos. Podríamos decir que es la vuelta del hombre al Paraíso, una especie de reencuentro con Dios.
Por el contrario, si la relación, tal como en el Capitalismo, es de competencia egoísta, individualista, se produce un enfrentamiento entre los intereses de los individuos y el interés de la sociedad. Se construye así una pseudosociedad en la que no hay propósito común, a no ser las convenciones de una guerra de todos contra todos. Esta pseudosociedad es una patología, que al fragmentar a la sociedad fragmenta al hombre, y lo condena a la orfandad de ser un náufrago entre sus semejantes, a padecer el miedo de los desamparados, lo convierte en un triste sarcasmo del gigante que pudo haber sido.
La lucha en que nos encontramos sumergidos, la convocatoria a la batalla por el Socialismo que nos hace el Comandante Chávez, no es un simple llamado a recomponer una democracia formal como la que padecimos durante casi medio siglo, no se trata de convivir con los oligarcas que nos fragmentaron durante siglos. El empeño de hoy es construir una sociedad socialista, amorosa, sana, integradora, donde la producción social es planificada para beneficio de todos, la distribución social se hace con los más estrictos criterios de equidad, y la conciencia social tiene soporte real en la economía.
En la DIRECCIÓN de esa sociedad que queremos construir, no tienen cabida los representantes de la vieja organización Capitalista, la que fractura el vínculo del individuo con su sociedad, con ellos tenemos profundas divergencias humanas. Ahora aparecen disfrazados de demócratas, ofreciéndole al pueblo sus promesas de verdugos, sus cantos de sirenas, pero ya los conocemos, serán derrotados, así como en su momento fueron derrotados los partidarios de la esclavitud.
¡Sólo el Socialismo salva a la humanidad!
¡Chávez y Fidel son Socialismo!
Si la relación es solidaria, amorosa, es decir, que la causa social y la causa individual están fusionadas, son una, de tal forma que el beneficio del individuo también es beneficio de la sociedad, y lo que favorece a la sociedad redunda en bien del individuo, se llega en este caso a un grado de comunión de intereses, se produce la integración del hombre consigo mismo, con sus semejantes y con su entorno. Esa es una sociedad sana, donde las potencialidades del individuo y de la sociedad se desarrollan al máximo para bienestar y felicidad de todos. Podríamos decir que es la vuelta del hombre al Paraíso, una especie de reencuentro con Dios.
Por el contrario, si la relación, tal como en el Capitalismo, es de competencia egoísta, individualista, se produce un enfrentamiento entre los intereses de los individuos y el interés de la sociedad. Se construye así una pseudosociedad en la que no hay propósito común, a no ser las convenciones de una guerra de todos contra todos. Esta pseudosociedad es una patología, que al fragmentar a la sociedad fragmenta al hombre, y lo condena a la orfandad de ser un náufrago entre sus semejantes, a padecer el miedo de los desamparados, lo convierte en un triste sarcasmo del gigante que pudo haber sido.
La lucha en que nos encontramos sumergidos, la convocatoria a la batalla por el Socialismo que nos hace el Comandante Chávez, no es un simple llamado a recomponer una democracia formal como la que padecimos durante casi medio siglo, no se trata de convivir con los oligarcas que nos fragmentaron durante siglos. El empeño de hoy es construir una sociedad socialista, amorosa, sana, integradora, donde la producción social es planificada para beneficio de todos, la distribución social se hace con los más estrictos criterios de equidad, y la conciencia social tiene soporte real en la economía.
En la DIRECCIÓN de esa sociedad que queremos construir, no tienen cabida los representantes de la vieja organización Capitalista, la que fractura el vínculo del individuo con su sociedad, con ellos tenemos profundas divergencias humanas. Ahora aparecen disfrazados de demócratas, ofreciéndole al pueblo sus promesas de verdugos, sus cantos de sirenas, pero ya los conocemos, serán derrotados, así como en su momento fueron derrotados los partidarios de la esclavitud.
¡Sólo el Socialismo salva a la humanidad!
¡Chávez y Fidel son Socialismo!
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo cuando dices "el beneficio del individuo también es beneficio de la sociedad". También estoy de acuerdo contigo cuando dices que el capitalismo es egoísta, es verdad, pero es capitalismo jamás será individualista.
El egoísmo se basa en un amor excesivo a uno mismo perjudicando a los otros, en cambio, el individualismo es el respeto a la individualidad de cada persona, busca el respeto de uno entre los otros, objetivo del socialismo.
El socialismo es verdaderamente individualista, pero el capitalismo, aún aclamándose así, no lo es, pues busca quitarle la individualidad a cada persona en beneficio de unos pocos.
La propiedad social de los medios de producción es la única que respeta la individualidad de cada ser, dándole poder de decisión a cada uno de sus copropietarios (socios) y acabando así con la dictadura del capital.
En el capitalismo, el patrón le dice a cada empleado qué hacer, sin derecho a opinar y mucho menos a decidir. ¿Es eso individualismo? No, por supuesto que no.
Publicar un comentario