Una clase
social puede tener potencialidades para serlo y, simultáneamente, no saberlo.
Los clásicos explicaron muy bien esta rara situación: una clase social es "en
sí", eso se refiere a su existencia, a su ubicación en la sociedad, y
esa misma clase es "para sí" cuando toma conciencia de su
situación y del papel que la historia le reserva. De aquí se desprende que una
clase puede ser una por su existencia y puede ser otra por su conciencia,
colonizada por la ideología dominante. Lo anterior se aplica a la clase obrera
venezolana.
La clase obrera se hace verdaderamente obrera cuando
construye un proyecto de sociedad y lucha por aplicarlo, cuando interviene en
Política, entendida ésta como los asuntos del poder, de la dirección de la
sociedad. Cuando la clase obrera confina sus luchas sólo a lo
reivindicativo, al economicismo, entonces en política está necesariamente al
servicio de los proyectos explotadores de otras clases. Es una clase "en
sí", pero su conciencia pertenece al sistema dominante, está al servicio
de sus verdugos. En Venezuela la clase obrera vive esta situación. Veamos.
Con la llegada al poder del Comandante Chávez se abrió
un período de posibilidades revolucionarias. Ni los revolucionarios ni la clase
obrera hemos estado a la altura de esta realidad.
Unos se quedaron esperando que Lenin apareciera en
escena, otros que Fidel bajara de la Sierra Maestra , no entendieron las
peculiaridades de cada Revolución, no tuvieron la inteligencia y la grandeza de
aceptar a Chávez como el líder de la Revolución Venezolana. Lo correcto era
participar en la gran batalla interna, en la disputa que se abría por la
conducción del proceso. Otros tomaron la vía del oportunismo y acompañaron al
proceso con la vista puesta en engordar su cartera. Algunos fueron con su
aureola de viejos combatientes, pero cansados en las ideas, impotentes no
supieron, no pudieron aportar al rumbo revolucionario. Algunos, refugiados en
utopías inoperantes, plantearon atajos que conducen al extravío.
En estas circunstancias la batalla principal en la
Revolución se escenificó entre la intuición, la calidad amorosa, el sentido
patriótico del Comandante, núcleo de la Revolución , contra la derecha interna
y externa. La primera, intentando morigerar, mimetizada de revolución, con
retórica fuerte y práctica de gelatina, conciliadora. La externa, brutal en sus
acciones, saboteadora, golpista, fascista y, simultáneamente, refugiada en una
legalidad que no respeta.
Entre tanto, la clase obrera, con toda su
potencialidad, mostró su fuerza en abril y diciembre, defendió la oportunidad
revolucionaria, pero sin la profundidad estratégica que le daría entender su
papel histórico. Después de esas batallas victoriosas ha regresado
inmediatamente a las trincheras del economicismo o al invento desfasado. Sus
dirigentes, incapaces de superar el reivindicativismo, o de plantearse la meta
de liberar al trabajo, se ha enclaustrado en su pequeño horizonte, protegen su
prestigio de gestores y dejan la lucha grande, la de la conducción de la sociedad
en manos de las clases dominantes, de la improvisación, de esta manera
debilitan la Revolución.
¡Con Chávez y la Clase Obrera consciente!
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