La fluctuación
de los precios del petróleo que acompaña a los vaivenes de la economía
capitalista, influye marcadamente en la política venezolana, esculpe el
carácter de nuestra sociedad.
Es así como oligarcas y timoratos, apoyados en la
historia petrolera, dan como un hecho que aquí no puede haber Revolución.
Cuando los precios estuvieron altos, la sociedad se embriagó de bonanza,
todo parecía rosa tras el cristal del consumismo y el derroche. El determinante
fue el reparto. Cuando los precios bajaron surgió como un monstruo el egoísmo
cultivado en época de bonanza, y dio siempre origen a reacciones desesperadas,
tremendistas, aisladas. La escena política se trivializó, las elecciones
burguesas funcionaron como un circo, la izquierda como un amortiguador del
sistema, se difundieron desencantos, se perdieron ganas y vías para tomar el
poder.
En estas condiciones, a lo más que llegaron las masas
fue a caprichosos motines apolíticos, a cerrar calles, manifestaciones que
justificaron el gasto en gas lacrimógeno y el movimiento de las tanquetas, todo
fácilmente capturable por el sistema capitalista.
El gran reto de la Revolución Bolivariana es romper
con este círculo perverso. No podemos avanzar sin su fractura, esta es la
particularidad de nuestro proceso. Recordemos que en la Revolución todos los
caminos conducen al alma, a la conciencia.
Si la Revolución cae en la trampa de bambolearse al
ritmo de los precios, si olvida la conciencia como soporte real del
proceso de cambio, estará condenada a transitar el camino que ya para nosotros
es historia.
Si por el contrario se entiende que los altos niveles
de conciencia anulan las oscilaciones de los precios, entonces iremos por
caminos expeditos, estaremos blindados, habremos dado el salto para ser los
dueños de nuestro rumbo, dejaremos de ser briznas llevadas por el viento de los
precios.
Chávez un día dijo: "el petróleo podrá
llegar a cero dólares y les garantizo que esta Revolución no se detiene, todo
lo contrario". Ese concepto es el correcto y debe reactivarse.
Este pueblo tiene el derecho, merece, ser convocado para lo grande, no es
posible que tengamos cien años tratándolo como un adolescente malcriado, que si
no se le cumplen todos sus caprichos, rabietea. Ese ha sido el camino:
contentarlo con migajas para despojarlo de su futuro, sumirlo en la miseria e
impedirle ser constructor del mundo que soñó el Libertador, el de la mayor suma
de felicidad.
Comenzó la campaña electoral, ésta debe ser oportunidad
para acerar a las masas, convocarla para la más grande de las campañas: la de
edificar un mundo en el que todos luchemos por el bien de todos, en el cual las
dificultades de uno sean las dificultades de todos y la felicidad sea un bien
social.
Las elecciones deben entenderse como una forma de
presentarse la guerra milenaria entre el amor y el egoísmo, otras maneras son
el golpe o la invasión. Es la misma guerra que libró Bolívar. Con Chávez
enfrentaremos el odio oligarca, unidos seremos dueños de nuestro rumbo.
¡Venezolanos Chavistas!
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