El padre de un
viejo amigo, paseando de excursión por los páramos de Barinas y ante la
majestad de aquellas alturas, se preguntaba: ¿Cómo convenció Bolívar a los
llaneros para llevarlos a atravesar estos gigantes helados, dormidos, inéditos?
El grupo pasó mucho tiempo discutiendo, pensando,
caminando, al final alguien, quizá del Zulia, recordó la arenga de Junín:
¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el
cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la
esclavitud.
¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan
de catorce años de triunfos; ellos, pues serán dignos de medir sus armas con
las vuestras que han brillado en mil combates.
¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de
vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con
encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La
burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles."
Ya no había dudas, los llaneros fueron invencibles
porque el Libertador los dotó de razones sagradas por las cuales luchar, les
dio sentido espiritual a sus vidas, los emocionó.
Es así, una Revolución debe emocionar a la
sociedad, darle sentido a su existencia, esa es áurea enseñanza de la
Guerra de Independencia, sobre esa enseñanza reposa el heroísmo de los
Próceres.
Hoy atravesamos una etapa histórica luminosa: tenemos
un líder capaz de emocionar, de convocar para lo grande. La oligarquía nos
agrede, para ella las elecciones, lejos de ser evento democrático, son
preparación para un zarpazo, busca debilitarnos, desunirnos, engañarnos, para
imponerle al pueblo el fascismo.
Sustentan su pretensión en el descenso de los precios
del petróleo, apuestan al egoísmo del pueblo, piensan que somos incapaces del
mínimo sacrificio, se olvidan de abril y de diciembre, del Paso de Los Andes.
Se equivocan, este pueblo al lado de su líder es capaz de inspirarse en
Carabobo, en Junín, en abril y reeditar las mejores hazañas de la historia.
Las elecciones no pueden considerarse como algo
aislado que se justifican en sí mismas, las elecciones son parte de una gran
guerra que se interna en lo profundo de nuestra historia, en la Guerra de
Independencia. No es suficiente triunfar, es necesario emerger de ellas con un
pueblo cada vez más organizado, más consciente y emocionado.
Es apropiado, a la par de las inmensas manifestaciones
electorales, además de las descomunales manifestaciones de amor al Comandante,
algo que en Venezuela no tiene parangón, convocar jornadas de Trabajo Colectivo
Voluntario, que el oligarca vea a un pueblo realizando acciones altruistas,
dando lo mejor de sí, superando el egoísmo, edificando el amor.
La Revolución precisa transformar cada batalla en una
escuela de formación, que las elecciones, las dificultades económicas que se
asoman en el horizonte, sean oportunidad para educarnos en los rigores de la
construcción del futuro, preparación para dar el salto hacia la adultez del
pueblo, hacia su madurez revolucionaria.
¡Venezolanos Chavistas!