Se sabe que los
cambios económicos se entrelazan con otros aspectos del resto de la sociedad,
influyen a veces de manera inmediata en el comportamiento, modelan la cultura,
la conciencia.
En la Revolución Bolivariana , que ocurre en medio de
una feroz lucha de clases, se toman medidas económicas de carácter socialista y
también se toman medidas de claro tinte capitalista.
Las medidas socialistas no consiguen romper el cerco
mediático e ideológico para transformarse en conciencia. En
contraste, las medidas capitalistas encuentran vía expedita en los medios de
difusión, en los nuestros y en los de ellos, consiguen impregnar a la
población, apuntalar sus valores, su cultura.
La política se ve fuertemente influenciada por esta
situación, el acuerdo de facto que existe en la economía entre capitalismo y
la intención socialista no es estéril, tiene vida, se mueve, intenta
profundizarse y complementarse con una clara expresión política: el pacto.
Los grandes capitalistas industriales y financieros
buscan corresponder la fuerza que tienen en la economía con una expresión
política, de gobierno, que les pertenezca, que sea sumisa. Es decir, los
capitalistas necesitan reeditar el pacto que ya funciona en lo económico.
No es casualidad que la política de hoy oscile entre
el golpe fascista y la construcción de puentes entre las fracciones
capitalistas de adentro y de afuera del proceso. Allí se inscriben los pujos
de los periodistas por hablar con el comando de capriles, llevan agua al molino
de la concertación, ella los arropa.
Ya sabemos que las burguesías nacionales funcionan
como apéndices del imperio capitalista, de allí se nutren en lo económico, en
lo cultural, en lo político. Por eso los intereses del imperio y de la
oligarquía coinciden en la necesidad de dar otro carácter, "menos
soberano", al gobierno revolucionario.
Los golpistas y los pactistas-reformistas tienen el
mismo interés: paralizar el avance socialista. Los golpistas
plantean aplastarlo, los pactistas intentan morigerarlo quitándole vitalidad,
castrándolo, haciendo que pierda personalidad, que se confunda con los
oligarcas, que se diferencie sólo en la forma, no en el fondo. Eliminarlo poco
a poco, de manera vergonzante, escribiendo un poema de amor en la daga que lo
asesina.
Los reformistas abren camino a la salida fascista, su
conducta confunde a la población, su soberbia los separa de la realidad, los
confina a la ficción de los medios: si aparecen en pantalla todo está bien, su
mundo no rebasa las pocas pulgadas del televisor.
Es necesario romper el cerco del universo mediático,
que el humano sustituya a la pantalla. Es urgente construir un tejido social y,
valga la repetición, de toda la sociedad, que vaya desde lo nacional hasta lo
capilar, que le dé sentido orgánico a la sociedad y nos una en un solo
esfuerzo. La política, lo social, lo económico, así integrados, hechos
sociedad, son el Socialismo. Desechemos la ficción y construyamos el Socialismo
en la realidad.
¡Con Chávez todo, sin Chávez nada!
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