Son días
aciagos para la humanidad, la peste del capitalismo campea por el planeta
impregnándolo todo con el hedor de la agonía de la especie.
El "homo sapiens," menos sapiente que
soberbio, está atrapado en su creación funesta: el capitalismo. Hasta ahora no
ha conseguido zafarse de la peste, el mundo sigue el camino del abismo y sólo
alcanza a inventar maquillajes que engañan, variaciones de la misma melodía que
acaba con el ser humano.
Somos una de las pocas esperanzas, quizá la única, de
que la especie retome el camino de la armonía con ella misma y con la
naturaleza, que se rescate el humanismo y el naturalismo, es decir, la
esperanza de construir un Socialismo sin retorno, de superar definitivamente el
capitalismo. Si somos atrapados por los capitalistas de adentro y de afuera, si
fallamos, la humanidad, sin dudas, seguirá su camino a la extinción, al
suicidio.
El reto es inmenso. Para tener éxito se necesita que
la masa y los dirigentes se superen a sí mismos, que se transformen en gigantes
de la acción y del pensamiento. La Revolución debe asombrar al
mundo con su nueva visión del universo. Luchamos contra un enemigo poderoso,
que somos nosotros mismos, capaces de derrotarnos, pero también de dar el salto
hacia el nuevo mundo.
En esta difícil tarea de vencernos a nosotros mismos
las principales armas son las espirituales, inteligencia y honestidad
intelectual son pilares indispensables. En esta gran batalla de la humanidad,
seguramente la final, debemos requerir la ayuda de los grandes pensadores,
subirnos sobre los hombros de esa gran pirámide del pensamiento construida por
los intelectuales revolucionarios, que comienza con Cristo y continúa hoy con
Ernesto Che Guevara, el Santo de la Higuera.
El Che resume las ideas revolucionarias universales,
representa lo más avanzado de ese ideario. Las revoluciones de estos tiempos
sólo serán posibles si se impregnan del pensamiento guevariano y lo elevan más
allá del horizonte, es decir, si se dotan de lo mejor del acervo revolucionario.
En esta época de alto peligro, cuando la Revolución
puede deslizarse imperceptiblemente hacia la restauración, cuando la
improvisación y la irresponsabilidad teórica nos amenazan, y el extravío
reformista narcotiza con su filantropía, el Che debería ser estudio obligado
para los revolucionarios, y su ejemplo marcar el rumbo.
Fidel, hablando del Che nos dice: "tenemos
suficiente experiencia para saber cómo hacer las cosas, y en las ideas del Che,
en el pensamiento del Che hay principios valiosísimos, de un valor humano
inmenso, que rebasan simplemente ese marco que muchos puedan tener del Che como
un hombre valiente, heroico, puro, del Che como un santo por sus virtudes, y un
mártir por su desinterés y heroísmo, sino del Che como revolucionario, del Che
como pensador, del Che como hombre de doctrinas, como hombre de grandes ideas
que con gran consecuencia fue capaz de elaborar instrumentos, principios que,
sin duda, son esenciales en el camino revolucionario."
¡Con el Che, Fidel y Chávez siempre!
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