Como el Faro de
Alejandría, como una idea arruinada que se extingue en el olvido, como las
ruinas de Machu Pichu o las pirámides mayas, la idea y la práctica socialistas
se baten con tristeza en el intento de permanecer en el imaginario humano. Son
muchos los golpes que ha recibido la esperanza socialista, los peores provienen
de las deformaciones, de las emboscadas teóricas, del reformismo. Veamos.
Un durísimo golpe para la causa socialista significó
la caída del mal llamado campo socialista. Después de que en su interior fueron
derrotadas las ideas socialistas, terminó siendo un experimento vergonzante de
economía egoísta, grupal, es decir, de capitalismo.
La debacle fue endosada al Socialismo y, de esa
manera, el impacto negativo fue doble: no se consiguió concretar el Socialismo
y, en el supuesto fracaso, su esencia fue deformada, desprestigiada de mil
maneras.
Es así, los intentos fallidos, las tergiversaciones
del Socialismo, son armas de los capitalistas para mantener su sistema. No se
presenta como un fracaso de los reformistas sino del Socialismo, y su naufragio
trae el desencanto de la posibilidad revolucionaria. Los fracasos del
reformismo son usados para justificar teorías distraccionistas y para
desprestigiar la teoría revolucionaria verdadera.
Fue así que este virus reformista fue infestando, no
sólo las entrañas de los procesos, sino la esperanza del mundo revolucionario.
Diez mil excusas se encontraron para desestimar al Socialismo. En el fondo
perdieron la fe y corrieron despavoridos tras fórmulas capitalistas. No hubo
vergüenza en cambiar de casaca. Se inventaron excusas, se habló de
“transiciones que duran siglos”, de “necesarias convivencias” con el enemigo.
Se negó la capacidad del Socialismo para cubrir los anhelos del hombre, se le asesinó.
Se habla con desfachatez de “inversión extranjera
controlada”, como si el capitalismo pudiese ser controlado por los hombres que
le dieron carácter de Dios. Se dice que “si no se hace el viraje” no se podrán
cubrir las necesidades de los pueblos, se olvidan que son necesidades que
impulsan la producción de mercancías inútiles que se pagan a un precio
criminal: el de conducir a la humanidad hacia su extinción.
Los ingenuos, los de buena fe, pretendieron jugar a
domadores de la fiera capitalista y terminaron presenciando con tristeza la
creación de un monstruo que arrasó los mejores sueños, de los mejores de la
humanidad. Ahora bien, los “vivos”, los infiltrados, los que inventaron excusas
para ir al capitalismo, acabaron millonarios, dueños de los medios de
producción que alguna vez fueron propiedad de toda la sociedad.
Ahora la especie, el homo sapiens, espera al último
socialismo, el que pueda indicar el camino para la salvación. Debe tener el
coraje de ir a contracorriente, de erguirse sobre las ruinas morales de la
humanidad y gritar: ¡"el hombre no es una pasión inútil!" ¡aún
podemos sobrevivir!
La vida se hizo pensamiento no para sucumbir, no somos
los sepultureros de la vida. Somos capaces de organizarnos de otra manera,
pasaremos sobre el capitalismo… nos salvaremos.
¡Con Chávez!
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