El miedo le proporciona a los burgueses millones
de votos, en última instancia ese es el fondo de todo su mensaje político. Lo
usan con desparpajo, no es necesaria mucha lógica, tienen años instalando en
las generaciones los canales del miedo que son activados con suma facilidad.
Han refinado sus métodos, ya superaron a la sayona, al silbón, al jinete sin
cabeza, ahora les basta decir que el gobierno los despojará de algo, puede ser
una carnicería, una peluquería o una moto. Lo importante es crear la imagen de
gobierno que les quita sus cosas, eso es suficiente para que cunda el pánico.
Basta darse una vuelta por una urbanización de clase media para sentir el
miedo. Normalmente no se ve, está en el alma, aparece cuando olfatean peligros
para su status.
Por Prados del Este vimos una calle cerrada con una reja y una alcabala en la
entrada, no permiten motos, hay que identificarse y apagar las luces del carro,
tal como la entrada a un bunker militar, ya la conocíamos, era indicativo del
miedo al extraño.
Ahora pasamos y la entrada está custodiada por una grandísima pancarta que
protesta la utilización de una de las casas de esa calle como asilo de
ancianos.
La realidad económica no pudo ser contenida por las alcabalas y las rejas,
entró a su calle y puso en cuestionamiento sus valores.
El egoísmo indica que los ancianos no pueden entrar a su calle. A ellos no les
importa el destino de los ancianos y eso es aceptado por la ética pequeño
burguesa, entonces, el mismo razonamiento, la misma ética indican que el dueño
de la casa puede hacer con ella lo que quiera sin miramientos con el entorno.
Así el egoísmo muestra su fracaso como norma de vida.
Claro que los pequeño burgueses no se paran en eso, siguen con su angustia,
atacando blancos errados. Resolverán el dilema derivando el problema hacia el
Comandante Chávez, culpabilizándolo y haciéndolo blanco de su miedo, así el
terror nublará una vez más el razonamiento. Recordemos a Brecht que decía “no
hay peor fascista que un burgués asustado”.
Frente a esa calle hay un parque y una panadería, allí sólo se escuchan
gritos de los clientes, todos con ropa y zapatos de marca, lujosos carros,
relojes caros, todos ataviados con el disfraz de burgués, todos deseando la
desaparición de Chávez, que no vuelva, todos deseando que muera. No se dan
cuenta que son ellos los muertos, la angustia del capitalismo que los atrapa no
los deja vivir.
La Revolución proclama que es tarea ganarse a la clase media, a la pequeña
burguesía, estamos de acuerdo, pero sólo podremos ganarla si rompemos la
barrera que los atenaza, si fracturamos su miedo, si los convencemos de que el
Socialismo les devolverá la tranquilidad y el sosiego de vivir entre hermanos,
de sentirse cobijados por la sociedad, que sólo así podrán dormir
tranquilos, y sin colgar pancartas crueles a la puerta de sus casas.
¡Chávez es amor!
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