La relación entre la conciencia y la existencia es objeto de discusión entre los revolucionarios. El asunto es muy importante, de la respuesta depende el éxito de una Revolución. Estudiemos.
Lo primero que encontramos es que la relación entre existencia y conciencia no es directa, significa que una existencia miserable no determina una conciencia revolucionaria de manera automática.
Lo segundo, observamos que la conciencia, la ideología de las clases dominantes, migra hacia las clases explotadas. Es así que las conseguimos colonizadas por la ética, la moral de la dominación. Dentro de la clase social explotada, las relaciones entre los individuos son regidas por los patrones de conducta de la dominación.
Esta capacidad de impregnar con su ideología, con su conciencia al resto de la sociedad, es lo que la hace dominante. Una clase social es hegemónica cuando sus valores, sus creencias, impregnan y conducen a toda la sociedad. En el caso del capitalismo lo dominante es el egoísmo, la fragmentación, el individualismo, la visión confinada al mezquino entorno, el beneficio inmediato, la falta de sentido de sociedad.
Esa es la principal fuerza de la clase dominante, del sistema capitalista, sobre esa fuerza se sostiene. Sucede así la paradoja de víctimas defendiendo a sus verdugos, sosteniendo el sistema que llena de miseria a la Humanidad.
Entonces, la Revolución es el cambio radical de esa conciencia, de esa ética, de esa ideología, en resumen, el cambio de la cultura de sumisión-dominación, por la conciencia, la cultura de la liberación. No es posible una Revolución, no es pensable la liberación del humano sin ese cambio de conciencia, de ética, de ideología, de cultura.
Podemos medir el avance, el éxito de una Revolución, midiendo el avance en esta sustitución cultural, todas las acciones de los revolucionarios deben tener como objetivo central esa sustitución cultural.
Esta sustitución no es espontánea, así como no es espontánea la dominación. Los capitalistas mantienen un costosísimo aparato de manipulación para sostener su dominio sobre el alma social. La televisión, radio, prensa, las universidades, la escuela, la iglesia, la cultura, todo al servicio de la colonización de la conciencia, de instalarla, perpetuarla, reproducir la cultura de la dominación-sumisión.
Saben que es en el espíritu donde se sostiene la dominación, y que es allí donde ocurre la principal batalla por la hegemonía social.
La Revolución debe construir mecanismos de desintoxicación espiritual que hagan frente a la manipulación capitalista.
El ejemplo de la vanguardia es uno fundamental. La épica de la vanguardia abre caminos hacia lo profundo del alma social. La austeridad, la fraternidad, la disciplina, la lealtad, la entrega a la causa social, tienen su principal cátedra en la conducta de la vanguardia. Estos valores son fundamento de la batalla contra el imperio.
Los próceres pudieron dirigir a la sociedad en la Revolución de la Independencia, porque se hicieron leyenda soportada en sus valores, conducta, entrega a la hora del combate contra el imperio.
¡Sin Chávez no hay Socialismo!
Lo primero que encontramos es que la relación entre existencia y conciencia no es directa, significa que una existencia miserable no determina una conciencia revolucionaria de manera automática.
Lo segundo, observamos que la conciencia, la ideología de las clases dominantes, migra hacia las clases explotadas. Es así que las conseguimos colonizadas por la ética, la moral de la dominación. Dentro de la clase social explotada, las relaciones entre los individuos son regidas por los patrones de conducta de la dominación.
Esta capacidad de impregnar con su ideología, con su conciencia al resto de la sociedad, es lo que la hace dominante. Una clase social es hegemónica cuando sus valores, sus creencias, impregnan y conducen a toda la sociedad. En el caso del capitalismo lo dominante es el egoísmo, la fragmentación, el individualismo, la visión confinada al mezquino entorno, el beneficio inmediato, la falta de sentido de sociedad.
Esa es la principal fuerza de la clase dominante, del sistema capitalista, sobre esa fuerza se sostiene. Sucede así la paradoja de víctimas defendiendo a sus verdugos, sosteniendo el sistema que llena de miseria a la Humanidad.
Entonces, la Revolución es el cambio radical de esa conciencia, de esa ética, de esa ideología, en resumen, el cambio de la cultura de sumisión-dominación, por la conciencia, la cultura de la liberación. No es posible una Revolución, no es pensable la liberación del humano sin ese cambio de conciencia, de ética, de ideología, de cultura.
Podemos medir el avance, el éxito de una Revolución, midiendo el avance en esta sustitución cultural, todas las acciones de los revolucionarios deben tener como objetivo central esa sustitución cultural.
Esta sustitución no es espontánea, así como no es espontánea la dominación. Los capitalistas mantienen un costosísimo aparato de manipulación para sostener su dominio sobre el alma social. La televisión, radio, prensa, las universidades, la escuela, la iglesia, la cultura, todo al servicio de la colonización de la conciencia, de instalarla, perpetuarla, reproducir la cultura de la dominación-sumisión.
Saben que es en el espíritu donde se sostiene la dominación, y que es allí donde ocurre la principal batalla por la hegemonía social.
La Revolución debe construir mecanismos de desintoxicación espiritual que hagan frente a la manipulación capitalista.
El ejemplo de la vanguardia es uno fundamental. La épica de la vanguardia abre caminos hacia lo profundo del alma social. La austeridad, la fraternidad, la disciplina, la lealtad, la entrega a la causa social, tienen su principal cátedra en la conducta de la vanguardia. Estos valores son fundamento de la batalla contra el imperio.
Los próceres pudieron dirigir a la sociedad en la Revolución de la Independencia, porque se hicieron leyenda soportada en sus valores, conducta, entrega a la hora del combate contra el imperio.
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