La oligarquía, sabia en su dominación, usa muchas armas para someter a los pueblos a sus designios infames. Unas son visibles, materiales, otras trabajan en la mente, en el alma, son imperceptibles, pero poderosísimas.
Es la fragmentación de la realidad una de sus mejores armas mentales. Nos hacen percibir la realidad como fragmentada, de esta manera nos despojan de la historia. Según esta deformación, Bolívar no tiene nada que ver con lo que hoy acontece, o la oligarquía de la Cosiata valenciana no tiene ligazón con la oligarquía de Chacao.
También fragmentan el tiempo, así lo que hagamos hoy no tendría consecuencias en el mañana.
Nos extrañan de la naturaleza, que sentimos como algo separado de nosotros, cuya suerte nos es indiferente, nos transforman en humanos de aire acondicionado, luz artificial y alimentos enlatados, hasta desconocemos las plumas del pollo.
La geografía también es fragmentada, según esta perversión no existen relaciones entre países, lo que pase en Colombia sólo atañe a Colombia, Venezuela no tiene nada que ver con el resto de América, el África no existe.
El hombre, así fragmentado, que camina solitario, aislado de un mundo que percibe como ajeno, el hombre despojado de su conexión con la naturaleza, con sus semejantes, es transformado en un ente de consumo y producción, vacío de toda humanidad, fácil presa de la explotación. Una mercancía.
La integración de ese hombre es la tarea del Socialismo, es el Socialismo.
En Venezuela con la Revolución Bolivariana ha comenzado un proceso de integración del humano, y ese esfuerzo integrador socialista encuentra enemigos de toda especie. La batalla entre los integradores del humano y los fragmentadores de la humanidad, entre capitalistas y socialistas, no cesa, los enfrentamientos son continuos.
Hoy nos preparamos para una batalla de gran importancia para la sociedad y para la humanidad, nos aprestamos para las elecciones regionales.
El enemigo oligarca esgrime su mejor arma: la fragmentación. Intentan separar las elecciones del resto de la vida, engañarnos haciéndonos creer que el voto está aislado del resto del planeta, que votamos sólo pensando en nuestro pequeño mundito.
Por eso es necesario sacar bien las cuentas, entender que el voto tiene relación con el futuro y con el pasado, que de ese voto depende no sólo el destino de la parcela donde se emita, sino el destino de la Revolución , del Comandante, de la esperanza socialista, que tan importante es para la humanidad.
Que ese voto, mal usado, puede regresarnos a los predios de la cuarta república, cuando los problemas locales eran crónicos, sin esperanza de solución, cuando no había salida vital para millones de nosotros, desamparados, malqueridos, despreciados por los que hoy piden el voto popular y se acercan a los humildes con mal disimulado asco.
Es con esta visión que debemos votar, es esta la visión que los dirigentes deben transmitir al pueblo. Si el pueblo saca bien las cuentas y no cambia la esperanza por un supuesto plato de lentejas, entonces será ganador.
¡Defendamos a Chávez, defendamos al Socialismo!
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