El redentor pertinaz insiste en la liberación del espíritu de los pueblos, aparece cada cierto tiempo y reanuda la batalla.
Es que el redentor es pueblo encarnado, pueblo hecho pueblo que se resiste a una historia pequeña, cotidiana, vacía.
Es convocatoria para el futuro, para el amor.
Unas veces el redentor llega como guerrero, otras como gobernante, como anónimo, siempre portado por el amor.
Los pueblos reconocen toda la magnitud del redentor, años después de su arribo, y después de su despedida.
A veces una generación pasa sin la visita de un redentor, entonces repta en la modorra de las costumbres, luchando por flotar, morando en el lado oscuro de la luna.
Pero cuando la visita se produce, un fuerte destello ilumina el alma de los pueblos, hay un vibrar que anuncia que la modorra cesó, que presagia el regreso del huracán, la concreción del sueño.
El redentor puede tener muchas formas, pero una mirada común. La mirada del redentor es inconfundible, él tiene los mismos ojos apacibles del Cristo luchando solo contra el Imperio Romano.
Dicen que Bolívar, con sólo verlos, enternecía a los bravos de Apure y helaba a los colonizadores. Dicen que con una mirada conquistó a Manuela.
Dicen que Fabricio tenía esos ojos.
Pero también Alberto Lovera, y Argimiro.
¡Ah! Que generación privilegiada, llena de redentores.
Fidel, un redentor triunfante, nos dijo que conoció a un adivino, a un hombre sin una mancha en su conducta, a un hombre celestial, que no pertenecía a este mundo.
Él predicó con su ejemplo y con su acción. Nos devolvió el espíritu como campo de batalla. Nos convocó para andar junto a los pobres de la tierra y hacernos Santos.
Fue crucificado en la Higuera , le cortaron las manos, pero no pudieron quemar su mirada.
De aquella escuelita boliviana salió convertido en gigante, para volver siempre redentor. Acompañando pueblos en el sagrado deber de luchar contra el imperialismo donde quiera que esté.
Construyendo hombres nuevos y alertando peligros.
Hoy está aquí entre nosotros, sentimos su mirada y su Rocinante invitándonos al combate que construye.
Vino con Rosa redentora, la asesinada en Berlín.
Está aquí preparando, organizando, para el combate final.
El Che siempre vendrá al lado de los que luchan por salvar a la humanidad, por la construcción del Socialismo auténtico, de los que vibran de indignación, de los que no callan nada por motivos tácticos.
De los que saben que los medios construyen los fines.
Y que el fin es el amor.
Hoy y siempre rendimos homenaje con nuestra conducta al Che.
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