En la Revolución bolivariana existe una confusión, comprensible si consideramos que venimos de medio siglo de pacto de punto fijo, cincuenta años de manipulación ideológica, de engaños, haciéndonos creer que La Democracia requiere la existencia de una oposición. Veamos.
Previamente revisemos algunos conocimientos. Las manifestaciones políticas son expresiones de proyectos económicos, no es posible una expresión política, un partido, que consciente o inconscientemente no esté ensamblado con una postura económica. En la lucha política revolucionaria se enfrentan proyectos económicos antagónicos, que representan intereses de clases sociales también antagónicas. Explicamos.
En Venezuela, durante el pacto de punto fijo, los partidos AD, COPEI, MAS, etc., etc., representaban el mismo proyecto económico, es decir, al Capitalismo dependiente del imperio, su esencia era la misma y, por lo tanto, sus escaramuzas políticas eran superficiales, retóricas, artificiales, eran caimanes del mismo charco, el mismo musiú con diferente cachimba, aunque simularan discrepancias profundas. A esa situación, de un solo proyecto económico con varios matices políticos, se llegó porque en la década de los 60 el proyecto del Socialismo fue derrotado y quedó sin expresión política, o su expresión era muy débil.
El pacto de punto fijo mantenía su hegemonía y perseguía con crueldad a los embriones políticos que representaban al proyecto socialista auténtico. Allí están los muertos, los presos, los perseguidos, para atestiguar la cacería de los que no participaban de la farsa. A lo sumo, en esos años podía actuar lo que se llamaba la Revolución permitida, que eran las posturas pseudo cuestionadoras que no ponían en peligro al sistema económico y político del Capitalismo. Podemos resumir diciendo que no existía oposición, lo que existía era un simulacro.
Hoy, influenciados por aquella ficción, se pretende reeditar un pacto castrador, aupando el fortalecimiento de opciones contrarias al Socialismo, por tanto a la redención de estos pueblos, y se intenta hacernos creer que estas facilidades al enemigo, que fortalecer al enemigo, son signos de democracia. Equivale esta postura a que El Libertador, en aras de una democracia boba, hubiese, después de triunfar en Carabobo, llamado a Torres o a Morillo para que formaran un partido monárquico y participaran en la Convención de Ocaña.
No seamos cándidos, la democracia necesaria es la democracia entre los que participan, con matices, por su puesto, pero del mismo proyecto de vida. Es verdad, a los revolucionarios les hace falta discutir, disentir, polemizar, pero entre revolucionarios, socialistas, anticapitalistas, antiimperialistas, internacionalistas.
Hoy, cuando el imperio nos acecha, cabe más que nunca la consigna “dentro del Socialismo todo, fuera del Socialismo nada”. Permitir en la pugna a los enemigos del Socialismo puede ser un asunto de táctica, de correlación de fuerzas, pero, verlo como una necesidad para establecer una democracia es, además de una candidez, una postura contrarrevolucionaria.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!
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