Si nos limitamos a lo que dicen los encargados oficiales del asunto, lo de Radio Caracas no se entiende. Veamos.
Se justificó la medida por dos razones fundamentales: el canal era golpista, participó en abril y en diciembre, y aún estaba en la misma tónica. Además, era un canal que difundía antivalores, que inoculaba en la población egoísmo, violencia y otras malas costumbres. En resumen, se les quitaba la concesión porque era perjudicial a la población venezolana y a la Revolución. Hasta aquí el procedimiento estaba bien.
En respuesta, la oligarquía sale a la calle con un concepto central: “es el usuario el que debe escoger que ve y que no ve. El Estado no debe interferir en esa escogencia, si lo hace quiebra la libertad de expresión”.
Para defender esta posición movilizaron sus fuerzas aquí y en el extranjero, en ese territorio nos enfrentamos al imperio, Maduro rompió lanzas con Condolezza, la OEA amenazó con venir.
Hasta aquí todo es explicable: dos posiciones, dos bandos, ellos y nosotros.
Hasta aquí todo es explicable: dos posiciones, dos bandos, ellos y nosotros.
¡Pero, resulta que Radio Caracas sale por cable! El canal golpista, el deformador de la moral de la población, el mismo que mostramos como un triunfo haberle quitado la concesión, y hasta un acto hicimos en el Teresa, ahora ese mismo canal volvió. Y aquí viene lo incomprensible, si nos valemos sólo de lo que dicen los encargados oficiales del asunto: El regreso de ese canal, que pintamos como nefasto, es considerado un triunfo por estos sectores del gobierno.
Ahora todo dejó de ser comprensible:
¿Cómo es posible que los mismos que ayer decían que quitarle la concesión, que sacarlos del aire fue un triunfo popular, ahora declaren que el regreso es también un triunfo?
¿Cómo explicar esa rara filosofía?
No hay otra explicación, esta conducta enmarañada surge de la ideología ambigua, timorata, que sustentó esta acción de cesar la concesión de la señal a Radio Caracas. Expliquemos.
La pequeña burguesía bolivariana que dirigió la operación dio un paso importante, le quitó la concesión, pero después se asustó ante el avance Socialista que eso significaba: le quitábamos a la oligarquía un poderoso instrumento de deformación ética y moral, y un arma contrarrevolucionaria y antisocialista.
Y esa debilidad, ese susto, nos deslizó al campo enemigo. Tuvimos miedo de decir que una sociedad tiene el derecho de defenderse de la “expresión de sus enemigos”, que no es inocua, es tan peligrosa como un atentado, o una invasión, o en estos días de guerra asimétrica es un arma de guerra, y como tal debe ser tratada.
De esta manera nos absorbimos en las mentiras de la oligarquía, en aquello de que “todos somos iguales”, que la “libertad de expresión es inocua”, y “con el dialogo y la negociación se resuelven todos los problemas”.
Y aquí resalta el centro de nuestra debilidad: quisimos dar ese paso, pero no defender nuestro derecho a ir hacía el Socialismo.
¡La ambigüedad nos lleva de derrota en derrota!
¡Chávez y el Pueblo son Socialistas!
¡Orden del Libertador para los Cinco Héroes de la Humanidad!
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