6.2.07

FIDELIDAD EN LA ACCIÓN, IRREVERENCIA EN LA DISCUSIÓN

Cuando en una sociedad se desata la pasión de construir un nuevo mundo, de transformarse revolucionariamente en futuro, cuando decide hacerse dueña de sí misma, hacerse socialista, integrarse, dejar atrás el azar y la desigualdad del capitalismo, entonces, es hora de la discusión profunda.

No es posible avanzar sin discutir, discutir de todo y con todos. En la discusión no hay más jerarquías que la que emana de las ideas.

En la batalla de ideas todo puede y debe ser cuestionado, no hay ideas intocables, la discusión previa a la acción debe ser intensa, viva, con la fuerza del huracán y la ternura del sueño de un niño.

Es así, porque en las revoluciones cuando las decisiones definen el futuro, cuando nos acercamos a las últimas barreras que obstaculizan el cambio profundo, allí aparecen apremiantes las distracciones, las falsificaciones, los extravíos que sólo se pueden detectar y combatir con la abierta discusión.

Una de estas distracciones, de estos obstáculos a la discusión impostergable, es la autoridad como criterio de verdad o, lo que es lo mismo, dar como cierto, sensato, como verdad, la opinión, la idea política del superior jerárquico.

Es la burocratización de la política donde la comprensible disciplina administrativa suplanta a la irreverencia política. Este es un peligro evidente basado en la herencia de burocratismo de los gobiernos de la cuarta. De esta forma se desvirtúa el objetivo de la discusión, la esterilizamos, deja de ser la búsqueda de lo mejor para el rumbo al Socialismo y pasa a ser la búsqueda de lo que más agrade al jefe inmediato.

Así se construye una complicidad de silencios y de aquiescencias que castran a la Revolución, al final del camino nos percataremos de que engendramos un monstruo que tiene vida propia.

La Revolución, el Socialismo, necesita la discusión en el mejor espíritu rebelde de Bolívar, cuando irrumpe contra la monarquía española y grita frente a los conformistas, “es que trescientos años de calma no bastan”, necesita la dignidad de Fabricio, que renunció a aquel parlamento porque lo consideraba agotado, la audacia teórica y organizativa de Lenin y los Bolcheviques, que nos dieron con su ejemplo la lección de que la Revolución, el Socialismo, es posible, y que intentarlo justifica al humano, de la visión teórica del Che y Fidel, que vaticinan el derrumbe de una Unión Soviética que todos presentían próspera, la irreverencia del Cuatro de Febrero, que desgarra la quietud bovina del pacto puntofijista.

Hoy más que nunca debemos guiarnos por el lema “fidelidad en la acción, irreverencia en la discusión”, que quiere decir, toda discusión es válida, pero la acción debe ser la que dicte la dirección de la Revolución.

Al final la verdad será confirmada por la realidad, será la práctica la que nos de el criterio de verdad y la posibilidad de ajustar el rumbo.

¡Sólo la discusión nos permitirá derrotar la burocratización de la política!

¡Rodilla en tierra con Chávez y el Socialismo Auténtico!

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