CUALQUIER DISTRAÍDO DIRÍA que la pregunta es ociosa, y respondería: “en las elecciones de diciembre la meta es sacar más votos que el candidato oligarca”, y, por supuesto, la respuesta sería correcta, sin embargo, parcial. Veamos.
En las elecciones de diciembre los revolucionarios tenemos varias metas: una, los votos, otra, y más importante que la primera, afianzar los valores revolucionarios, la ética, los fines, los móviles, la estructura de pensamiento revolucionaria. Las dos no se excluyen, se complementan.
Si en el afán de conseguir la meta de los votos sacrificamos la meta espiritual, si apuntalamos la ideología, la conciencia y los métodos de la oligarquía, entonces, ganaremos la batalla de las elecciones y perderemos la guerra de la Revolución. Tomar esta actitud sería tener la cortedad de miras de pensar que la confrontación de hoy es una simple contienda electoral. Sería permanecer sordos frente a la prédica del Comandante de que nos enfrentamos al imperio, y de que es necesario ir hacia el Socialismo.
La búsqueda del voto no justifica que desarmemos al pueblo de su ética revolucionaria, y eso es lo que hacemos cuando le damos más Valor a las conquistas materiales individualistas, que a las conquistas espirituales sociales. La búsqueda del voto no justifica que confundamos al pueblo en la focalización de sus enemigos, y eso es lo que hacemos cuando en aras de un equilibrio tonto, llevamos a voceros escuálidos al canal ocho, y nos comportamos con ellos con un espíritu de convivencia que desentona con la prédica de que son lacayos del imperio. La búsqueda del voto no justifica que caigamos en la necedad de forzar un clima de convivencia, de tolerancia, que contrasta con las intenciones de los mantuanos oligarcas de lanzar un zarpazo en noviembre o diciembre.
Los bolivarianos debemos romper con la nostalgia de un mundo en el que puedan convivir, en sana armonía, Capitalismo y Socialismo. Debemos superar la ilusión de una camaradería entre capitalistas y socialistas, con la pretensión de un Edén democrático, donde ellos dejen de ser enemigos capaces de todo para degollar a la Revolución.
¡Eso no es posible! Estamos en plena guerra entre los enemigos del pueblo, los aliados de los gringos, que no se resignan a ver sus privilegios en peligro, y un pueblo humilde que despertó y comienza a transitar el camino hacia su redención definitiva, a ser dueño de su futuro y de su presente.
El deber de los revolucionarios es dotar al pueblo de las mejores condiciones espirituales y materiales, para que salga triunfante en esta gran batalla, fusionarse con los humildes, reforzar los lazos entre los dirigentes y el pueblo de donde emergieron.
¡Sólo el Socialismo salva al Pueblo!
¡Chávez, Fidel, el ALBA, son Socialismo!
En las elecciones de diciembre los revolucionarios tenemos varias metas: una, los votos, otra, y más importante que la primera, afianzar los valores revolucionarios, la ética, los fines, los móviles, la estructura de pensamiento revolucionaria. Las dos no se excluyen, se complementan.
Si en el afán de conseguir la meta de los votos sacrificamos la meta espiritual, si apuntalamos la ideología, la conciencia y los métodos de la oligarquía, entonces, ganaremos la batalla de las elecciones y perderemos la guerra de la Revolución. Tomar esta actitud sería tener la cortedad de miras de pensar que la confrontación de hoy es una simple contienda electoral. Sería permanecer sordos frente a la prédica del Comandante de que nos enfrentamos al imperio, y de que es necesario ir hacia el Socialismo.
La búsqueda del voto no justifica que desarmemos al pueblo de su ética revolucionaria, y eso es lo que hacemos cuando le damos más Valor a las conquistas materiales individualistas, que a las conquistas espirituales sociales. La búsqueda del voto no justifica que confundamos al pueblo en la focalización de sus enemigos, y eso es lo que hacemos cuando en aras de un equilibrio tonto, llevamos a voceros escuálidos al canal ocho, y nos comportamos con ellos con un espíritu de convivencia que desentona con la prédica de que son lacayos del imperio. La búsqueda del voto no justifica que caigamos en la necedad de forzar un clima de convivencia, de tolerancia, que contrasta con las intenciones de los mantuanos oligarcas de lanzar un zarpazo en noviembre o diciembre.
Los bolivarianos debemos romper con la nostalgia de un mundo en el que puedan convivir, en sana armonía, Capitalismo y Socialismo. Debemos superar la ilusión de una camaradería entre capitalistas y socialistas, con la pretensión de un Edén democrático, donde ellos dejen de ser enemigos capaces de todo para degollar a la Revolución.
¡Eso no es posible! Estamos en plena guerra entre los enemigos del pueblo, los aliados de los gringos, que no se resignan a ver sus privilegios en peligro, y un pueblo humilde que despertó y comienza a transitar el camino hacia su redención definitiva, a ser dueño de su futuro y de su presente.
El deber de los revolucionarios es dotar al pueblo de las mejores condiciones espirituales y materiales, para que salga triunfante en esta gran batalla, fusionarse con los humildes, reforzar los lazos entre los dirigentes y el pueblo de donde emergieron.
¡Sólo el Socialismo salva al Pueblo!
¡Chávez, Fidel, el ALBA, son Socialismo!
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