Cayó Lugo como
fruta madura, le precedió el inefable Zelaya, aún resisten Evo, Chávez y
Correa. Lula y Dilma se traicionaron a sí mismos y ya no son asediados. UNASUR
y la OEA demuestran, cada vez más, que son mecanismos para proteger la
legalidad oligarca.
Este paisaje de derrocamientos de gobiernos que
intentan su propio rumbo, y cuyo principal delito es su amistad con Chávez
Socialista, merece reflexión por parte de la Revolución Bolivariana. Veamos.
Lugo y Zelaya expresan con claridad cómo la legalidad
burguesa es un mecanismo efectivísimo para mantener la dominación burguesa,
mucho más eficaz que las dictaduras.
De aquí se desprenden varias enseñanzas.
Es una ilusión pretender romper la dominación de la
oligarquía dentro de su legalidad. Mientras la disidencia, la discordancia,
permanezcan bajo la legalidad burguesa, ésta mantendrá la ventaja,
desgastará al intento soberano.
Las llamadas cláusulas democráticas de la OEA y de
UNASUR son una ilusión y una trampa: sirven para aplicarlas a los procesos
revolucionarios y encuentran vericuetos para apoyar a los movimientos
oligarcas. Pensar que esas cláusulas detendrán a la burguesía continental en la
defensa de sus privilegios, es una candidez.
Cuando la legalidad burguesa no puede detener un brote
de soberanía, una situación revolucionaria, estalla. Se evidencia su carácter
de clase, pone a la Revolución en la disyuntiva de construir una legalidad
revolucionaria o perecer, si no lo hace, la burguesía sin ningún sonrojo rompe
su propia legalidad. Allí están Allende, nuestros abril y diciembre, para
ilustrar la afirmación.
Queda confirmado que en la América se estrecha cada
vez más la holgura para los gobiernos reformistas, éstos o se pliegan
plenamente a las oligarquías o son derrocados "legalmente". Está
claro que el camino de la dignidad, de la honradez, del nacionalismo de estos
pueblos, es la Revolución Socialista radical. Las medias tintas están
destinadas a la derrota.
La vía pacífica debe ser considerada como una etapa de
confrontación, o mejor, de peligrosísima y delicada preparación para una
confrontación definitiva. Aquí los peligros abundan.
Primer peligro, es pensar que
arribar al gobierno ya es la meta, y lo que resta es hacer un buen gobierno,
soberano, pero reformista. Este camino es el de la debilidad y la derrota. Segundo
peligro, pensar que el enemigo oligarca respetará su legalidad. Tercer
peligro, no educar ¡rápidamente! al pueblo en los valores de la
solidaridad, en el sentido de sociedad, y caer en la trampa de los pequeños burgueses
que consideran inútil la vanguardia y la organización. Cuarto peligro,
pretender crear conciencia a partir de la riqueza, y no riqueza a partir de la
conciencia. Quinto peligro, no formar un tejido social y político, no
superar las organizaciones capilares aisladas, egoístas, no movilizar. Sexto
peligro, pensar que se puede tener un pueblo socialista con una economía
capitalista.
La vía de la Revolución Pacífica no es una vía
reformista. Si no avanza a saltos, si no se radicaliza, será aplastada por la
vieja y mañosa oligarquía.
!Con Chávez, horror a las oligarquías!
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