El socialismo
es atacado en dos flancos, los dos tienen el mismo origen ideológico, el mismo
fin: derrotar al Socialismo, aunque lo intenten por diversas vías. Unos, los de afuera, por la vía
violenta, el combate frontal. Los otros, los de adentro, por la distracción, el
extravío, minar las bases teóricas del cambio.
La respuesta a los dos ataques es, en esencia, la
misma: organizar a la sociedad y al partido, afinar la ideología
revolucionaria, intensificar la batalla de ideas.
Ahora bien, surgen preguntas: ¿Cómo es la organización
revolucionaria, la organización socialista? ¿Cuál es su finalidad? ¿Cuáles sus
características?
Las respuestas están ligadas a la ideología. Un antisocialista
dará mil vueltas a la propuesta organizativa para, al final, quedar en una
entelequia de organización que, a lo sumo, será un aparato electoral, actuará
en los comicios y después, como por arte de magia, desaparecerá. Es que a esta
ideología le aterra la verdadera organización, prefieren el espontaneísmo de lo
individual
Los revolucionarios consideran a la organización como
el cimiento de la Revolución, ella prefigura la relación
socialista, es una fuerza del futuro que actúa en el presente, forma al hombre
nuevo del futuro en el presente, es capaz de violentar las condiciones
objetivas, el espíritu es su motor.
Sólo una sociedad organizada, que deje de ser “una
multitud” y tome conciencia de sí misma, puede construir socialismo, podrá
rescatar el poder hasta ahora en manos de una clase explotadora, y construir el
verdadero poder social, el socialismo. Sólo una sociedad organizada en un
tejido que vaya de lo nacional a lo capilar, a la base, con un partido en la
vanguardia, será socialista. O mejor, el socialismo es, en definitiva, una
sociedad que se encontró a sí misma, que se integró en la organización.
En contraste, una sociedad fragmentada, o parcialmente
organizada únicamente en lo local, en el mejor de los casos podrá decidir sobre
su entorno. Desligada de lo social, estimula el egoísmo y todas sus lacras,
construye conciencias antisocialistas, apoyo para el capitalismo.
Sólo la sociedad organizada nacionalmente será
verdadera sociedad, podrá entender las difíciles tareas de la construcción y la
defensa del socialismo, ella blinda a sus miembros contra las tentaciones
capitalistas y la vigilancia revolucionaria los ayuda a mejorar, a elevarse
como seres humanos.
Ese tejido nacional podrá hacer los requiebros
tácticos que la estrategia plantea, tendrá la agilidad de captar los cambios de
situación, podrá dar batalla en variados campos y será un bastión de la nueva
cultura, de los valores fraternos, amorosos, entrelazados con una economía
también fraterna, sin explotadores, sin apropiadores de la riqueza social.
La medida de la eficacia en la construcción de la
organización no está en las estadísticas, ni en los recursos mediáticos, reside
en la capacidad de respuesta a los ataques enemigos, y en la capacidad de
contribuir a crear las nuevas relaciones de fraternidad en su entorno y en la
nación.
¡Con Chávez fundaremos el amor!
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