En algún libro
de sabiduría sufí leímos un relato que ilustra las necesidades de nuestro
Socialismo. Veamos.
Un monje se acerca al maestro y le dice: -perdone
maestro que interrumpa sus meditaciones, pero me perturba una incapacidad.
-Dime que te acontece.
-Por más que intento no consigo alcanzar a Dios, lo
busco, rezo, medito, ayuno, ayudo a mis semejantes, y nada, no consigo
alcanzar, rozar a Dios… Ayúdeme maestro.
-Ve a tu cueva, sigue intentando con ahínco y
regresa en un año.
Al año el discípulo regresa y con lágrimas en los ojos
le dice al maestro:
- Lo intento, hago todo lo necesario y no consigo
alcanzar a Dios.
-Ve a tu cueva y regresa en la madrugada.
Así lo hizo el discípulo, volvió antes del amanecer, y
el Maestro lo invitó a bañarse en su pozo particular. Allá cuando estaban con
el agua al pecho lo tomó de los hombros y lo sumergió totalmente…
El discípulo, pataleaba, se ahogaba… en el último
instante, antes que lo visitara la muerte, el Maestro lo soltó y el discípulo
emergió del agua con fuerza tremenda, boqueando, buscando aire.
-El Maestro le preguntó: ¿buscas a Dios con esa
fuerza, con ese espíritu, con esa entrega con la que buscas ahora el aire?
El discípulo, tosiendo no podía responder. El Maestro le dice: “Cuando lo
busques así, seguro lo encontrarás.”
A nuestro Socialismo, le falta, merece ser buscado con
la desesperación que el Maestro reclamaba a su discípulo.
No es posible fundar un nuevo mundo sin una inmensa
carga de religiosidad, de pasión por la meta, sólo eso puede transmitir la fuerza
necesaria para lo grande.
Cuando la meta es una opción entre muchas, cuando no
nos diferenciamos claramente del pasado y del presente, cuando no identificamos
nuestra conducta con el nuevo mundo imaginado, no explicamos su necesidad,
dudamos para avanzar, cuando perdemos la capacidad de riesgo, queremos dar
pasos seguros, cuando exigimos red de seguridad para lanzarnos. Entonces, tal
como el discípulo del cuento, no podremos encontrar a nuestro Socialismo.
Cuando dejamos que cualquiera que pase por allí, hable
en nombre de nuestro Socialismo, lo profane, demostramos que le tenemos poco
amor, no lo valoramos.
Debemos rescatar, construir un amor religioso por el
Socialismo, respetarlo.
Debemos aprender de Bolívar, de los Libertadores que
fueron capaces del Paso de Los Andes, de dar la vida por la independencia,
capaces de mil derrotas para conquistar una victoria.
Debemos aprender, volver al espíritu altruista del
juramento del Samán de Güere, del 4 de febrero, de los días de abril.
Convertirnos en Apóstoles y Guerreros del Socialismo.
Es necesario sentir orgullo de ser socialista, saberse
misioneros, ni más ni menos, porque son misioneros, apóstoles, los que conocen
y llevan a sus semejantes esa luz, la buena nueva, tal como hizo Bolívar, y el
Negro José Leonardo, Fabricio, y los Apóstoles de Cantaura y de Iracara,
capaces de dar la vida por esa luz, por defenderla, por difundirla.
¡Chávez es Pasión Socialista!
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