Algunos sucesos son experimentos sociales, regidos por las leyes de la evolución, ponen a prueba tesis políticas, doctrinas. Con tal fuerza se aprueban o desechan, que hacen vana cualquier discusión posterior.
Estos sucesos históricos, que son como el palpitar de la vida, asoman leyes sociales inéditas. Estos sucesos, que para la mayoría no pasan de la anécdota, son captados por los líderes políticos, y le dan luces para construir sus estrategias. Podemos decir que el éxito de una estrategia depende de la capacidad de leer estas señales de la realidad. Aquí entre nosotros acaba de ocurrir uno de estos extraordinarios eventos. Veamos.
Lo que pasa en El Rodeo es un laboratorio social que parece diseñado por un científico consumado. Analicemos.
Primero, revisemos los datos:
El Rodeo puede ser considerado como una sociedad en pequeño: miles de presos aislados, con su propia fisiología, dejados a la evolución espontánea. El Estado puede considerarse como limitando con esta sociedad, la encapsula desde la periferia.
Más atractivo no podía ser para un sociólogo, un gran conglomerado social sin estructura, sin organización, para estudiar su evolución en condiciones de aislamiento.
Debía ser atractivo también para los escritores. William Golding, en su libro "El Lord de las Moscas", tuvo que recrear un accidente de aviación y una isla desierta para ubicar allí a unos niños náufragos y estudiar la evolución de aquella pequeña sociedad en condiciones de aislamiento. Aquí en El Rodeo las condiciones se dieron en la realidad, estamos frente a una historia que ya le dio Premio Nobel a Golding.
Pero el mayor interés debe ser para los políticos y para los revolucionarios: la ya centenaria polémica con los anarquistas y anarcoides tiene en El Rodeo su prueba definitiva.
Aquella masa de presos, ante el vacío de organización en que estaban, reprodujeron un "Estado altamente represivo y cruel". El vacío no lo llenó la sociedad del futuro que sueñan los anarquistas, donde todos actúan espontáneamente como hermanos, sin necesidad de Estado, lo llenó una forma social copiada de las más perversas que ha inventado la humanidad.
En lo poco que se sabe, “los pranes”, "los carros", “los principales” y demás nudos de la organización "rodeista", los ajusticiamientos del yoifre, sus códigos de ética, asoma el Estado perverso que allí se engendró.
Está claro, una masa sin dirección, sin organización, sin líderes políticos revolucionarios, dejados a la deriva, llena de manera espontánea ese vacío con una ficción macabra de Estado.
La Sociedad de los hermanos, sólo se puede alcanzar pasando necesariamente por un Estado de transición, el Estado Revolucionario.
La enseñanza política del experimento de El Rodeo es que la estrategia revolucionaria no debe ser fundada, como denunciaba el Libertador en el Manifiesto de Cartagena, en "principios de humanidad mal entendida". La candidez en política, el espontaneísmo, renunciar a la dirección del Estado, deja paso irremediablemente al surgimiento de formas perversas de gobierno.
¡Sin Socialismo no hay Chávez, sin Chávez no hay Socialismo!
Estos sucesos históricos, que son como el palpitar de la vida, asoman leyes sociales inéditas. Estos sucesos, que para la mayoría no pasan de la anécdota, son captados por los líderes políticos, y le dan luces para construir sus estrategias. Podemos decir que el éxito de una estrategia depende de la capacidad de leer estas señales de la realidad. Aquí entre nosotros acaba de ocurrir uno de estos extraordinarios eventos. Veamos.
Lo que pasa en El Rodeo es un laboratorio social que parece diseñado por un científico consumado. Analicemos.
Primero, revisemos los datos:
El Rodeo puede ser considerado como una sociedad en pequeño: miles de presos aislados, con su propia fisiología, dejados a la evolución espontánea. El Estado puede considerarse como limitando con esta sociedad, la encapsula desde la periferia.
Más atractivo no podía ser para un sociólogo, un gran conglomerado social sin estructura, sin organización, para estudiar su evolución en condiciones de aislamiento.
Debía ser atractivo también para los escritores. William Golding, en su libro "El Lord de las Moscas", tuvo que recrear un accidente de aviación y una isla desierta para ubicar allí a unos niños náufragos y estudiar la evolución de aquella pequeña sociedad en condiciones de aislamiento. Aquí en El Rodeo las condiciones se dieron en la realidad, estamos frente a una historia que ya le dio Premio Nobel a Golding.
Pero el mayor interés debe ser para los políticos y para los revolucionarios: la ya centenaria polémica con los anarquistas y anarcoides tiene en El Rodeo su prueba definitiva.
Aquella masa de presos, ante el vacío de organización en que estaban, reprodujeron un "Estado altamente represivo y cruel". El vacío no lo llenó la sociedad del futuro que sueñan los anarquistas, donde todos actúan espontáneamente como hermanos, sin necesidad de Estado, lo llenó una forma social copiada de las más perversas que ha inventado la humanidad.
En lo poco que se sabe, “los pranes”, "los carros", “los principales” y demás nudos de la organización "rodeista", los ajusticiamientos del yoifre, sus códigos de ética, asoma el Estado perverso que allí se engendró.
Está claro, una masa sin dirección, sin organización, sin líderes políticos revolucionarios, dejados a la deriva, llena de manera espontánea ese vacío con una ficción macabra de Estado.
La Sociedad de los hermanos, sólo se puede alcanzar pasando necesariamente por un Estado de transición, el Estado Revolucionario.
La enseñanza política del experimento de El Rodeo es que la estrategia revolucionaria no debe ser fundada, como denunciaba el Libertador en el Manifiesto de Cartagena, en "principios de humanidad mal entendida". La candidez en política, el espontaneísmo, renunciar a la dirección del Estado, deja paso irremediablemente al surgimiento de formas perversas de gobierno.
¡Sin Socialismo no hay Chávez, sin Chávez no hay Socialismo!
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