La campaña electoral va intoxicando el ambiente político, todo se ofrenda en el altar de las elecciones, todos los pasos tienen la mira en el 2012. Las elecciones sustituyen a la realidad, crean su propio mundo: un mundo cretino, donde cabe cualquier cosa, nada necesita argumentación, nada precisa raciocinio.
Una especie de humareda esquizofrénica nos envuelve: el micrófono, la cámara, son puertas al universo de la ficción, todo se puede ofrecer, nadie pedirá cuentas después, las promesas actúan como realidad. Los vapores de la ficción construyen seriedades, programas de gobierno, el circo está bien decorado.
Si no fuese por el peligro que encierra, el cretinismo electoral sería gratificante, como un anfiteatro inmenso: todo el país un escenario para la ópera bufa. El problema es que en época electoral, y aunque parezca paradójico, los políticos se apartan de la realidad, se creen el cuento que ellos mismos fabrican para engañar, son víctimas de su propio engendro. La masa se asquea, la capa dirigente, toda, pierde credibilidad, se fertilizan terrenos para el torbellino.
El peligro es real. Es así que las democracias burguesas se desgastan, sucumben en la estulticia de los dirigentes.
Los Bolivarianos, obligados a este tipo de elecciones por las condiciones de la Revolución Pacífica, debemos estar alertas frente al virus del cretinismo. Descubrir formas de actuación que sirvan de antídoto, luchar contra la costumbre.
Lo primero es diferenciarse, en el discurso y en la práctica. Que nuestro mensaje tenga una fuerte dosis de seriedad, argumentos, que desmonten las mentiras de la oposición, y demuestren la imposibilidad del capitalismo de resolver los problemas que él mismo creó.
Hablar en positivo, no caer en el análisis excesivo y facilista de las cretinadas de la oposición, en el ping pong de futilidades.
Mostrar la acción de gobierno es importante, pero no suficiente. Las elecciones burguesas son ante todo una batalla ideológica, llena de artimañas psíquicas, de exacerbación de miedos, de trampas y suciedades. Recordemos cómo manipularon a la opinión en las elecciones de la Reforma. Es necesario desmontar la guerra psicológica, no abandonar este terreno, no hacer campaña viéndonos el ombligo, regodeándonos con los números.
Todo funcionario público, desde los ministros para abajo, tienen una doble función. Deben ser altamente eficaces en su desempeño técnico y también deben ser altísimamente eficaces en su desempeño político, éste tiene como principal elemento la participación en la batalla psicológica.
Si el gobierno se paraliza actuando sólo en lo técnico, en el cuido de la gestión, entonces el camino para que la derecha consolide una realidad ficticia queda abierto, y sabemos que la batalla se decide en el alma, en la imaginación, en el espíritu. Pero si el gobierno abandona la gestión, la puerta para la crítica con asidero quedará abierta.
La lucha electoral exige doble esfuerzo, sólo así se puede augurar triunfo. Recordemos que en las elecciones, que ya arrancaron, nos va la vida.
¡Sin Socialismo no hay Chávez, sin Chávez no hay Socialismo!
Una especie de humareda esquizofrénica nos envuelve: el micrófono, la cámara, son puertas al universo de la ficción, todo se puede ofrecer, nadie pedirá cuentas después, las promesas actúan como realidad. Los vapores de la ficción construyen seriedades, programas de gobierno, el circo está bien decorado.
Si no fuese por el peligro que encierra, el cretinismo electoral sería gratificante, como un anfiteatro inmenso: todo el país un escenario para la ópera bufa. El problema es que en época electoral, y aunque parezca paradójico, los políticos se apartan de la realidad, se creen el cuento que ellos mismos fabrican para engañar, son víctimas de su propio engendro. La masa se asquea, la capa dirigente, toda, pierde credibilidad, se fertilizan terrenos para el torbellino.
El peligro es real. Es así que las democracias burguesas se desgastan, sucumben en la estulticia de los dirigentes.
Los Bolivarianos, obligados a este tipo de elecciones por las condiciones de la Revolución Pacífica, debemos estar alertas frente al virus del cretinismo. Descubrir formas de actuación que sirvan de antídoto, luchar contra la costumbre.
Lo primero es diferenciarse, en el discurso y en la práctica. Que nuestro mensaje tenga una fuerte dosis de seriedad, argumentos, que desmonten las mentiras de la oposición, y demuestren la imposibilidad del capitalismo de resolver los problemas que él mismo creó.
Hablar en positivo, no caer en el análisis excesivo y facilista de las cretinadas de la oposición, en el ping pong de futilidades.
Mostrar la acción de gobierno es importante, pero no suficiente. Las elecciones burguesas son ante todo una batalla ideológica, llena de artimañas psíquicas, de exacerbación de miedos, de trampas y suciedades. Recordemos cómo manipularon a la opinión en las elecciones de la Reforma. Es necesario desmontar la guerra psicológica, no abandonar este terreno, no hacer campaña viéndonos el ombligo, regodeándonos con los números.
Todo funcionario público, desde los ministros para abajo, tienen una doble función. Deben ser altamente eficaces en su desempeño técnico y también deben ser altísimamente eficaces en su desempeño político, éste tiene como principal elemento la participación en la batalla psicológica.
Si el gobierno se paraliza actuando sólo en lo técnico, en el cuido de la gestión, entonces el camino para que la derecha consolide una realidad ficticia queda abierto, y sabemos que la batalla se decide en el alma, en la imaginación, en el espíritu. Pero si el gobierno abandona la gestión, la puerta para la crítica con asidero quedará abierta.
La lucha electoral exige doble esfuerzo, sólo así se puede augurar triunfo. Recordemos que en las elecciones, que ya arrancaron, nos va la vida.
¡Sin Socialismo no hay Chávez, sin Chávez no hay Socialismo!
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