El gran enigma de la intención revolucionaria es cómo sustituir la espiritualidad, la cultura capitalista, por la cultura, la espiritualidad Socialista. Sabemos que la ideología de la Clase Obrera será la columna de la nueva sociedad, pero ¿cómo hacerla hegemónica? ¿Cuál es el mecanismo que la conduce de las catacumbas al predominio social? Veamos.
La ideología burguesa se impuso sobre la humanidad por ser un reacomodo que permitió disimular la explotación con la ilusión de igualdad, de fraternidad, creando así la fantasía de la posibilidad de incorporación de toda la sociedad a los privilegios que antes pertenecían sólo a las altas élites monárquicas.
La burguesía socializó los valores éticos que la soportan, les dio carácter social, natural. Toda la sociedad los adoptó, todas las clases sociales los hicieron suyos.
Ahora bien ¿cuáles serán los mecanismos hegemonizadores de la ideología proletaria? ¿Cuáles la harán hegemónica y la transformarán en la ideología de las grandes mayorías? Analicemos.
Los clásicos postulan que “la existencia determina la conciencia”. Pero esta relación no se establece de manera mecánica, o espontánea. Por eso es necesaria la existencia de núcleos que, desde el trabajo para la sociedad, irradien ejemplo de conducta al resto y la impregnen de los valores revolucionarios. De esta manera la ideología de la clase obrera dirige, se hace hegemónica.
La construcción de la hegemonía no está en la supremacía numérica de la clase obrera, pensar así nos condenaría a no hacer la Revolución. La Respuesta está en construir focos con la relación esencial de la existencia proletaria, esto es, del trabajo para la sociedad y, a partir de esas zonas, irradiar la Conciencia revolucionaria. Esos núcleos hoy son los Territorios de Trabajo Colectivo Voluntario.
Con el trabajo voluntario trabajamos para la sociedad toda, reproducimos la existencia de la sociedad socialista, creamos la base material, y simultáneamente la entrelazamos con la Conciencia del Deber Social. De esa manera se construirá la hegemonía de la ideología proletaria, es decir, socializaremos los valores revolucionarios.
Sólo así el hombre se reencuentra con el fruto de su trabajo, el producto no le es extraño, su esfuerzo tiene sentido, le pertenece en cuanto miembro de la sociedad, no puede ser apropiado por un capitalista.
Así, a cada uno le pertenece el trabajo de todos los demás miembros de la sociedad, el trabajo, su fruto, al hacerse social, pertenece también a cada individuo en tanto miembro de la sociedad.
Sólo de esta manera se puede superar la fragmentación capitalista. Comienza el camino de la sanación de la sociedad y la toma del cielo por asalto. Se establecen las condiciones materiales y espirituales para avanzar en la liberación del trabajo, hacia el Socialismo.
Se establecen así las relaciones con el trabajo que serán propias del futuro. Los contingentes de trabajadores voluntarios prefiguran con su sudor y su esfuerzo a la sociedad del futuro, laboran sin la compulsión de la sobrevivencia, trabajan, y haciéndolo se realizan, se construyen Hombres Nuevos.
¡Con Chávez resteaos!
¡Sin trabajo voluntario, imposible el Socialismo!
La ideología burguesa se impuso sobre la humanidad por ser un reacomodo que permitió disimular la explotación con la ilusión de igualdad, de fraternidad, creando así la fantasía de la posibilidad de incorporación de toda la sociedad a los privilegios que antes pertenecían sólo a las altas élites monárquicas.
La burguesía socializó los valores éticos que la soportan, les dio carácter social, natural. Toda la sociedad los adoptó, todas las clases sociales los hicieron suyos.
Ahora bien ¿cuáles serán los mecanismos hegemonizadores de la ideología proletaria? ¿Cuáles la harán hegemónica y la transformarán en la ideología de las grandes mayorías? Analicemos.
Los clásicos postulan que “la existencia determina la conciencia”. Pero esta relación no se establece de manera mecánica, o espontánea. Por eso es necesaria la existencia de núcleos que, desde el trabajo para la sociedad, irradien ejemplo de conducta al resto y la impregnen de los valores revolucionarios. De esta manera la ideología de la clase obrera dirige, se hace hegemónica.
La construcción de la hegemonía no está en la supremacía numérica de la clase obrera, pensar así nos condenaría a no hacer la Revolución. La Respuesta está en construir focos con la relación esencial de la existencia proletaria, esto es, del trabajo para la sociedad y, a partir de esas zonas, irradiar la Conciencia revolucionaria. Esos núcleos hoy son los Territorios de Trabajo Colectivo Voluntario.
Con el trabajo voluntario trabajamos para la sociedad toda, reproducimos la existencia de la sociedad socialista, creamos la base material, y simultáneamente la entrelazamos con la Conciencia del Deber Social. De esa manera se construirá la hegemonía de la ideología proletaria, es decir, socializaremos los valores revolucionarios.
Sólo así el hombre se reencuentra con el fruto de su trabajo, el producto no le es extraño, su esfuerzo tiene sentido, le pertenece en cuanto miembro de la sociedad, no puede ser apropiado por un capitalista.
Así, a cada uno le pertenece el trabajo de todos los demás miembros de la sociedad, el trabajo, su fruto, al hacerse social, pertenece también a cada individuo en tanto miembro de la sociedad.
Sólo de esta manera se puede superar la fragmentación capitalista. Comienza el camino de la sanación de la sociedad y la toma del cielo por asalto. Se establecen las condiciones materiales y espirituales para avanzar en la liberación del trabajo, hacia el Socialismo.
Se establecen así las relaciones con el trabajo que serán propias del futuro. Los contingentes de trabajadores voluntarios prefiguran con su sudor y su esfuerzo a la sociedad del futuro, laboran sin la compulsión de la sobrevivencia, trabajan, y haciéndolo se realizan, se construyen Hombres Nuevos.
¡Con Chávez resteaos!
¡Sin trabajo voluntario, imposible el Socialismo!
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