La escogencia del campo de batalla es una de las decisiones más importantes en cualquier contienda, ahora bien, si la guerra es de cuarta generación, asimétrica, la selección es decisiva.
Enfrentamos una disputa electoral burguesa, territorio tradicional de forcejeo entre bandos iguales que sólo se diferenciaban en la superficie, en el color, en la imagen ficticia. Era algo así como un torneo deportivo: AD, contra COPEI, el Magallanes contra el Caracas. No importaba el ganador, siempre el juego seguía siendo el mismo, las reglas no cambiaban, las clases dominantes permanecían incólumes, la miseria inamovible.
Luego del juego las luces del estadium se apagaban para encenderse de nuevo en las próximas elecciones, cuando se abriría de nuevo el circo para otro escarceo sin consecuencias para el sistema.
A la oposición le conviene este tipo de contienda que oculta lo importante en la vaciedad de los arañazos verbales, en el jingle tonto de las agencias publicitarias, en la denuncia superficial, en la caza de errores que magnifican los medios, en desabastecimientos artificiales, en ataques personales y uso grotesco de la superstición, de la magia. Recordemos las tradicionales apuestas cuando las elecciones se acercaban, sin olvidar la guerrita de encuestas.
Evitan de esta manera la visión larga que da la confrontación de proyectos, de sistemas sociales. La lucha se confina a la triquiñuela, a la zancadilla, a la maniobra mediocre, a la mentira. La promesa desbordada, el devaneo verbal, sustituye el rigor de la discusión de fondo. Así se protegía el Sistema. Este es el tipo de elecciones que pretenden rehabilitar.
La Revolución debe escoger otro campo de batalla, en éste se desdibuja en el cretinismo electoral. La proposición de la Revolución es de fortaleza superior, la propuesta del cambio de Sistema es invencible, es inatacable. El capitalismo no puede resolver los problemas que el mismo creó, está agotado.
La Revolución propone un cambio drástico de la manera de vivir, de la visión del mundo, cambiar el egoísmo por el altruismo, el amor por el odio. ¿Cuál problema se puede resistir a una sociedad integrada, sana, actuando como un todo? ¿Qué fuerza es superior a la fuerza de todos luchando por el bien de todos? ¿Cuál sistema puede ser mejor al Socialismo, que devuelve al hombre la tranquilidad, el sosiego de vivir entre hermanos? Habrá problemas, son inevitables, sólo que ahora son los problemas de todos, y la solución será la solución de todos.
La Sociedad Socialista que nos proponen fundar, que nos proponemos fundar, es una elevación del humano a territorios, a relaciones siempre soñadas, pero nunca alcanzadas en toda la historia de la humanidad. Es verdaderamente tomar el cielo por asalto, hacer cierto el mandato de Cristo de “amaos los unos a los otros”. Esto sólo se logra con el Socialismo, que el Comandante Chávez tuvo la valentía de proponer y el pueblo tuvo la fe de acoger. Esta es nuestra mejor arma, y debe ser nuestro campo de batalla.
¡Con Chávez resteaos!
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