30.8.09

EL DÍA DEL REGRESO

Imaginamos una madrugada cuando el sol salga más temprano para acompañar el regreso del Libertador. Vendrá a caballo, blanco como el del Escudo, cubierto con una capa roja, alegre. Se detendrá en una colina y allí, en lo alto, con el frío de la mañana esperará la respuesta de su pueblo.
Es así: son tiempos cuando los grandes hombres regresan y esperan las decisiones de su gente.
Vivimos tiempos de crisis y las crisis son revolucionarias, y también son reaccionarias. Momentos para el avance luminoso, o para el retroceso tenebroso. El rumbo ya depende de los pueblos, ahora los grandes hombres lo han dicho todo, lo han hecho todo, sólo les queda esperar.
De nosotros depende si El Libertador regresa a su lamento colombiano, o vuelve a los caminos del corazón y la acción de su Continente. El espera en lo alto la señal de su cuna.
Es aquí en Caracas, en Venezuela, donde está la esperanza. El enemigo lo sabe y mueve sus fuerzas contra la posibilidad de rebelión de los dominados. Las bases militares son prueba del miedo imperial y de nuestros pasos justos. El desasosiego de la oligarquía vendepatria es indicio de nuestro buen camino.
Ellos son energúmenos cuando sienten luz, y hoy salen a la calle poseídos por el demonio, el odio los habita, es señal de su disposición definitoria.
Vivimos tiempos de crisis, de definición, de bienvenida a los próceres o de volver a las selvas.
El enemigo es sabio, astuto, embaucador, nos hace espejismos, nos extravía en la ciénaga de las mil excusas, nos debilita para dar el zarpazo. Evitemos repetir el engaño, no podemos permitir el abuso de nuestra credulidad. Los tiempos de longaniza no pueden repetirse, no retrocederemos a San Pedro Alejandrino.
En esta batalla final, definitoria, donde se decide el futuro, no tiene cabida la duda. Los indecisos son carne de oligarca, los del medio no tienen aliento cuando se disputa el futuro humano.
Se disputa el alma de los pueblos, todos los esfuerzos llevan ese signo. Las televisoras, periódicos enemigos, están decididos en su trinchera, allí ni una letra es inocente, todo es fuego infame contra la Revolución y el Comandante de la camisa roja.
El enemigo oligarca no nos da paz ni cuartel, no pierde oportunidad de lanzar piedras, ni los foros explicativos son dispensados, allá van los oligarcas, contra todo rayo de redención, bien vestidos, pero insatisfechos, movidos por el odio, grises en la uniformidad del tinte y de las gafas.
Nosotros, todas las palabras, el verbo, nuestras televisoras, periódicos, deben estar firmes en la trinchera correcta, sin dudas, sin darle a la oligarquía ni “tantico así”.
El pueblo espera por la guía de los líderes, nuestros programas, mensajes, señales, deben armar al pueblo para la decisión, presagio de amanecer temprano. No hay cabida para la conciliación porque trae confusión, y la confusión en época de guerra es suicidio.
¡Chávez es Socialismo!

No hay comentarios.: