El Socialismo es en esencia la restauración de la armonía social perdida, el rescate de la integración social extraviada en las miasmas del capitalismo individualista y egoísta.
El capitalismo es en esencia fragmentación social, desintegración social, individualismo egoísta.
Los dos sistemas son antagónicos, contrarios, enemigos, no pueden convivir, si lo hacen es en período de transición, y allí más que una convivencia siempre es un combate, aunque a veces tenga sordina.
En cualquier actividad se muestra el carácter de los campos en pugna: en las elecciones, en la organización popular, en la economía, deporte, cultura. Veamos.
Las elecciones del capitalismo son disociadoras, no organizan, prestigian al individualismo y el divorcio entre Estado y sociedad. A la elección del capitalismo la conocemos bien, es un acto fugaz que se resume a pulsar un botón, el elector no queda con ningún nexo con el elegido ni con los demás electores.
La campaña de las elecciones del capitalismo, necesita altas sumas de dinero, son una suerte de marketing que requiere el auxilio de agencias publicitarias y especialistas en imagen, todo para promocionar a un candidato que se transformó en producto, en mercancía.
Al contrario, las elecciones del Socialismo son integradoras, organizan, prestigian a la sociedad, integran al individuo con su entorno y con el Estado. La elección del Socialismo se hace en grupos pequeños de electores que eligen delegados a instancias superiores, se va así desde los capilares sociales, desde la comunidad, hasta la instancia nacional, hasta la Asamblea Nacional. De esta manera se forma un tejido social que contribuye a la integración de toda la sociedad.
Las campañas de las elecciones socialistas son cortas, no exigen gastos, son un ejercicio de comunicación comunitaria. Dejan organización: cuando el elector sale del recinto queda con nexos con el elegido y el resto de los electores.
En la organización social el contraste es igual.
El capitalismo lo más lejos que llega es a unidades organizativas aisladas tipo sociedad de vecinos, juntas de condominios o Consejos Comunales, todas formas aisladas de organización que contribuyen a fomentar el egoísmo. En esas unidades aisladas sólo se importan por el entorno inmediato, carecen de visión de sociedad, desactivan la fuerza popular.
El Socialismo propone unidades organizativas integradas en instancias regionales y nacionales, que forman un tejido y le dan sentido de sociedad a la organización local. Así las organizaciones locales se constituyen en formidable fuerza revolucionaria. Esta forma de organización estimula y es soporte de la Conciencia del Deber Social.
Este contraste entre los dos sistemas se manifiesta en todas las actividades sociales, desde la economía hasta la religión, pasando por el deporte y la música.
No es algo pequeño, de la correcta comprensión de esta diferencia depende el éxito de la Revolución, porque de esta comprensión depende la conducta de la masa, del pueblo desposeído.
No es casual que en las pasadas elecciones las formas organizativas que dieron respuesta positiva a la Revolución fueran las organizadas como tejido social nacional.
¡Chávez es Socialismo!
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