Es asombrosa la eficacia de las cadenas mentales que la oligarquía usa para dominarnos. Con destreza nos escamotean la realidad frente a nuestros ojos y la sustituyen por ficciones absurdas.
Es sorprendente también como consiguen que los pueblos y los dirigentes pierdan la memoria y el sentido histórico.
Una de estas cadenas mentales, que mucho daño ha hecho a la Revolución, es la serie de artilugios con los que se evita la formación de una vanguardia. Veamos.
El pueblo desposeído, sometido a la dominación, adquiere una cultura, una ideología de dominado, sólo así se explican los años de dominación silenciosa, sumisa, que los pueblos padecen en el capitalismo.
La dominación deja fisuras, en esas grietas surge la conciencia de la rebelión: primero encarna en pocos incomprendidos y solitarios, estos van agrupándose, perfeccionando, absorbiendo y construyendo la ideología de la liberación, adquiriendo vocación de poder, haciéndose vanguardia.
Esa vanguardia formada por los más concientes, los que entendieron los mecanismos de la dominación, los más desprendidos que renuncian a las bondades de una vida plácida, amable, los que corren riesgos con tal de llevar la buena nueva al resto del pueblo, de organizarlo, de hacerlo conciente, son los que piden como única recompensa la satisfacción del servicio social, del deber social cumplido.
Esa vanguardia prefigura la nueva sociedad, y esa vanguardia, y esto es muy importante, es indispensable ¡sin ella no hay Revolución posible!
La vanguardia es parte orgánica del pueblo, no es un ente aparte. Pueblo y vanguardia forman un solo organismo.
Cuando el pueblo construye su vanguardia sale de la infancia política y entra en la madurez, ahora comienza a comprender y romper las cadenas mentales que lo sujetan a la dominación. Entiende que la explotación es un fraude y no un fenómeno natural, en estas condiciones puede construir la organización y la política capaz de enfrentar las fuerzas de la oligarquía usurpadora, y así piensa y se prepara para dirigir a la nueva sociedad liberada.
Este proceso de formación de la vanguardia, y esto no debemos olvidarlo, es común a todas las revoluciones: la de Independencia, la Revolución cubana, la soviética, la china, la bolivariana. Esa es y será la historia, como sea la calidad de la vanguardia, será la calidad de la Revolución.
La oligarquía sabe que un pueblo sin vanguardia es pueblo indefenso, y conspira contra la formación de la vanguardia. Una de sus armas más poderosa es el extravío teórico de negar la necesidad de la vanguardia, de contraponerla al pueblo, es asombroso como consiguen que la vanguardia se niegue a si misma.
Los revolucionarios deben siempre formar vanguardia, actuar como vanguardia: si el pueblo no los sigue, entonces, su labor es conectarse con el corazón de la masa, esperarla, tener paciencia. La tarea es más dura, pero indispensable, nunca deben abandonar al pueblo aún cuando este transite por equivocaciones.
Si el pueblo los sigue, avanzar a su lado, enseñando con el ejemplo, con su conducta, prefigurando al Hombre Nuevo del mañana.
¡Con la enmienda todo, contra la enmienda nada!
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