En los sistemas sociales anteriores al capitalismo, las clases dominantes basaron su dominación en la idea de su superioridad intelectual, cultural, genética, biológica… De esta manera, las clases explotadas eran inferiores y su destino era ser explotadas, no estaban aptas para otras funciones.
Con la llegada del capitalismo, la dominación se basó en la idea de igualdad, de “que todos somos iguales”, así el hijo de un proletario puede llegar a ser general y hasta presidente, o doctor. Así escamotearon la lucha de clases y convirtieron la lucha contra la dominación en un problema individual.
La dominación ganaba así una justificación y una simulación casi perfecta, que la protege de cualquier intento Revolucionario. Claro, si todos somos iguales, si todos tenemos las mismas oportunidades, el ser obrero o el ser doctor depende de la dedicación al trabajo y al estudio de cada uno, el sistema no está mal, el que está mal es el individuo. Se vive en la miseria y se es culpable de vivir en esa miseria.
Ocultada la existencia de las clases, armonizada, reconciliada así la lucha de clases, el sistema capitalista podía dormir tranquilo, las mismas clases expropiadas se encargarían de su defensa, el egoísmo en la batalla que se escenifica en la base de la estrecha escalera del ascenso social es su mejor blindaje.
Quién podría estar en contra de ese discurso de armonía, de reconciliación, de igualdad de oportunidades, quién podría oponerse a la paz que proponían los dominantes.
En el papel todo va muy bien, pero la realidad, siempre la realidad, se encarga de desmentir la convivencia. La armonía propuesta por los oligarcas: Los índices de miserias en las ciudades, las cárceles llenas de hijos de los barrios y las fábricas, las universidades llenas de los hijos de los dominantes, la delincuencia desatada en los barrios y controlada en las zonas de los dominantes, la desnutrición en unos, las epidemias en unos y no en otros, la mortalidad infantil en unos y no en otros, el analfabetismo de unos y no de los dominantes, todo esto es una evidencia de que existen clases sociales y están en pugna. ¡No somos iguales!
La igualdad en el capitalismo es un invento de los dominantes para someter al dominado, invento que sólo existe en la teoría de sus plumíferos.
Hoy los oligarcas vuelven por sus fueros y arrecian una campaña que ellos llaman de reconciliación, con el engaño piensan adormitarnos, derrotar a la esperanza revolucionaria y perpetuar a su sistema capitalista.
Las masas deben estar atentas al engaño, debemos entender:
Primero, no es posible soluciones individuales a los problemas sociales, las soluciones son, tienen, deben ser en sociedad.
Segundo, no es posible armonía, reconciliación, paz, o como quiera llamarse dentro del capitalismo, eso sólo es posible en el Socialismo, cuando ya se acabe la apropiación delictiva de la riqueza social.
Tercero, no somos iguales, no seremos iguales hasta el día en que la riqueza socialmente producida sea de propiedad social.
¡Aquí no cabe ni sucesión ni restauración, sólo Chávez!
¡Aquí no se rinde nadie!
¡La Enmienda es defensa de la Revolución!
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