El Comandante Chávez es el líder de este proceso. Por eso necesitamos la colaboración, el complemento de una organización, de una dirección que potencie, vehicule y vigorice ese liderazgo.
La pequeña burguesía, en su versión anarcoide, enfila sus mejores armas en contra de la organización, de la dirección, de los dirigentes.
Esta postura reaccionaria ha hecho mucho daño al movimiento revolucionario, ha creado una suerte de complejo en las direcciones que se avergüenzan de su papel.
Es necesario combatir el virus anarcoide con fuerza, fuera y dentro de nosotros mismos. Veamos.
El pueblo humilde, las clases sociales despojadas, sólo pueden actuar en política si están organizadas y con dirección política.
En la dominación capitalista, el pueblo, las clases, son despojadas económica, social y también políticamente. Se hace de todo para impedir la organización revolucionaria, se ponen a correr teorías disolventes, falsos empoderamientos, desviaciones locales.
Al no estar organizada, al estar desprovistas de dirección, las clases despojadas, el pueblo humilde, es incapaz de diseñar estrategias, actúa espasmódicamente, inofensivo.
Ya sabemos que la dirección es importante, entonces surge una pregunta:
¿Por qué esta Revolución, este pueblo que ha parido un líder como el Comandante Chávez, ha sido incapaz de parir una dirección que lo complemente y dé fuerza al rumbo revolucionario?
Abundantes son las razones, pero podríamos comenzar por revisar el daño de las posturas anarcoides.
La principal deformación anarcoide es separar a los dirigentes de las masas, del pueblo, de las clases sociales despojadas.
De esa manera la función dirigente del Estado, de la organización, de los líderes, queda mutilada. Obtenemos así dirigentes sin pueblo y pueblo sin dirección.
Entonces, lo primero que hay que corregir es la idea de la separación dirección-pueblo.
La dirección en una Revolución, nace del pueblo, es pueblo organizado y conciente, es pueblo que se reconoce a sí mismo, que reconoce a la dirección, al Estado, a los dirigentes, como una parte de sí mismo, como su instrumento para actuar en política.
Es necesario retomar el papel de los dirigentes, saber que sus errores y omisiones son errores y omisiones atribuibles a la falta de conexión dirigente-pueblo. Así los errores son de todos, y los aciertos son de todos. Cuando tengamos conciencia de esto, nos estaremos acercando al Socialismo, tendremos a los mejores dirigentes y al mejor pueblo.
Pensemos en los problemas de seguridad, de la basura, etc., los dirigentes separados del pueblo y el pueblo separado de los dirigentes no han sido capaces de enfrentar esos problemas, de estudiarlos. Unos, los dirigentes, se descocan por buscar más patrullas, más motos, más policías, y así van directo al fracaso y al patíbulo electoral. Los otros, el pueblo, desconectado de sus dirigentes, busca soluciones individuales, aisladas, y espera la oportunidad de guillotinar al “culpable”, es decir, al dirigente que no dirige porque está desconectado del pueblo.
Se forma así un círculo vicioso, una situación de profundización de los problemas, de desánimo, que nos conduce, necesariamente, a sistemas de fuerza, al fascismo.
¡Chávez es Esperanza Socialista!
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