7.9.08

INDIGNACIÓN

Violaron a unas médicas de Barrio Adentro, y no reaccionamos. Atentaron contra el amor que soporta a la nueva sociedad, y no entendimos el ataque, pensamos que era acontecimiento fortuito. Las avenidas estaban repletas, qué importaba.
Después asesinaron a uno en Villa de Cura, y no reaccionamos. Cual avestruz, escondimos, enterramos la inteligencia en la arena de la ilusión.
Mataron a uno de ellos en Petare. Ignoramos el hecho, no lo comentamos, sin hablar del asesinato pretendimos borrarlo de la historia. Las avenidas estaban repletas, qué importancia tenía.
Después asesinaron a centenares de campesinos, no nos enteramos, eso fue muy lejos del asfalto. Qué importaba.
Hicimos y deshicimos, las avenidas seguían ahítas.
Y cuando faltó gente no lo vimos, cuando el entusiasmo mermó, no lo sentimos.
Nadie se percató, ni ellos ni nosotros, ni los dirigentes, ni los otros. Nadie percibió que pueblo que no ejerce el amor lo olvida. Pueblo que no se une se disgrega, cuando no lucha, se duerme, se desarma.
Entonces construimos la indeferencia, nos cultivamos en el egoísmo, el corazón se fue arrugando, el sentimiento se marchitó.
Nadie se percató…
Un día convocamos a la indignación frente a la injusticia y nadie vibró, estábamos buscando lo pequeño, nos preocupaba lo mezquino.
Propusieron engaños: “nada pasa”, dijeron, es la luna, son las vacaciones, ha llovido mucho, las encuestas mejorarán.
Recurrieron a las armas melladas: “Ellas nunca fallan”, dijo el oportunismo, y caminaron hacia el fracaso, que no era de ellos… los hombres de corcho siempre flotan.
Era el fracaso de la humanidad, que busca vías hacia la luz.
Pero se escuchó una voz…
Primero era un murmullo, poco a poco fue sumando y se transformó en trueno.
Convocaba al pueblo para el amor, a fundar mundos, para resolver lo pequeño solucionando lo grande.
Y volvió Bolívar, arengando y atravesando los Andes, volando sobre el Chimborazo. Volvió Sucre en Ayacucho, y Páez el de las Queseras del Medio, y Martí el de los Versos de Oro.
Y volvió el pueblo del 4 de febrero, aquel que no calcula, que lo guía la felicidad de su gente y la grandeza de servir.
Y se sintió de nuevo el rugir de la Avenida Bolívar , llena de corazones, y los puños frente a Fuerte Tiuna pidiendo armas.
Y el pueblo parió su poesía.
Y nunca más dejamos de avanzar, por sobre todo avanzar, pueblo y líder, indignados siempre, construyendo y derribando, batallando y amando siempre.
Y la oligarquía tembló de nuevo, y los reformistas buscaron madrigueras.
Sabían que tenían los días contados, ahora Si.

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