En tiempos de viento en popa, de velas henchidas, de altos puntajes en las encuestas, cuando el horizonte se presenta límpido, en esos tiempos sobran las adhesiones y parece que todo va bien, hasta los errores son buenos, nada se critica, todo es apoyo y ¡ordene!
Pero cuando el cielo anuncia tempestad, cuando la varita mágica perdió energía, cuando las encuestan no muestran los números de otrora, entonces hasta los patarucos quieren cantar como gallos finos. Surgen las desavenencias, algunos descubren que el Socialismo es “totalitario”, a otros les parece que es necesario una constituyente, y los saltos de talanqueras se ponen a la orden del día.
El apoyo cede lugar a la búsqueda desesperada de asideros materiales, las candidaturas subalternas pululan y se amparan en cualquier pretexto banal, aparece la zancadilla, el argumento felón, la argucia mezquina, las bajas pasiones.
Los apoyos comienzan a desvanecerse en mil excusas tontas, hasta la leche que no hace espumita es motivo para la deserción, abundan los políticos de gradas, a los que nada les cuadra.
Y, asombrosamente, la autocrítica desaparece cuando más se necesita. Así, lo que va mal se calla, se tapa, o se quiere resolver en aires de desespero. El desespero, la conducta del avestruz, toma cuenta de las actividades.
Son tiempos de adversidad, son tiempos de probar el temple de los revolucionarios.
Si revisamos la historia, se ve con claridad que esos tiempos son los que definen los caminos y a los hombres. Simón Bolívar supo transformar la caída de la primera República en la Campaña Admirable. Fidel transformó la derrota brutal de Alegría del Pío en la entrada triunfal en la Habana. Chávez transformó el 4-F en victorias para la Revolución Bolivariana.
Transformar las adversidades en victorias es la clave de las revoluciones, los revolucionarios deben saber conducir las crisis por rumbos revolucionarios.
¿Qué debemos hacer los revolucionarios en esta hora?
Primero, aceptar que estamos en época de adversidad, no esconder la realidad, sólo aceptándola podremos tomar las correcciones.
Debemos reforzar la lealtad con el líder de la revolución, con el Comandante Chávez, por sobre todos los motivos, lealtad debe ser la consigna.
Debemos jugar cuadro cerrado con Chávez, debemos ir más allá de la lealtad, debemos tener fe en el líder, por encima de las incomprensiones, cuadro cerrado y rodilla en tierra con el Comandante.
Una revolución no es posible sin un líder, y un líder con la fuerte conexión del Comandante con el pueblo surge pocas veces en la historia de una nación.
Esta conexión es objetivo del imperio y de los oligarcas locales. Todo su aparato mediático de deformación está puesto al servicio de debilitar esa conexión, que saben es la principal fortaleza de la Revolución. Sus mejores manipuladores psíquicos inventan diez mil mentiras para debilitarla, mentiras, exageración de errores, aumento de situaciones deficientes, rumores, de todo han hecho y harán para sacar a Chávez del corazón del pueblo.
Hoy más que nunca la consigna es ¡irreverencia en la discusión lealtad en la acción!
¡Sólo el Socialismo salva, Chávez es Socialismo!
¡Aquí no se rinde nadie!
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