Los místicos hablan de iluminación: es una especie de rompimiento con la realidad común, y la entrada en otra realidad, un encuentro con la verdad luminosa, con la realidad sin intermediarios, dicen que no se puede explicar, pero que existe.
Algo así es la Revolución: un rompimiento con la realidad que nos creó, y un salto a una nueva realidad superadora de la vieja, refutadora, opuesta y, a la vez, la misma, que debe ser construida desde el pasado, pero no es el pasado.
El salto, la iluminación social, la Revolución , el nirvana del Pueblo, tiene muchos enemigos, muchos efugios, pero sin duda el mayor obstáculo es romper con las estructuras mentales, los canales de razonamientos, las satisfacciones psíquicas que antes sustentaron lo viejo y ahora se oponen al gran salto. Veamos.
La dominación capitalista se ha sofisticado, se mimetiza de tal forma que no la percibimos.
Nosotros comprendemos bien que la esclavitud era infame, y debía ser superada, lo mismo del feudalismo, hasta entendemos que la monarquía es añeja. Sin embargo, no entendemos que el capitalismo es igual de perverso, tiene la misma esencia que el feudalismo y la esclavitud. Esa dificultad de comprensión se fundamenta en la manipulación mental que el sistema ha hecho sobre la sociedad.
Nos presentan el funcionamiento de la sociedad como algo que siempre ha sido y siempre será, se entiende como la única posible, y sus reglas, valores, costumbres, como inamovibles, insuperables.
Por eso, nuestra Revolución esta habitada de miedos y frenos al gran salto.
Por ejemplo, no salimos de la trampa electoral: la única manifestación de la voluntad popular que aceptamos es el criterio de la mayoría, expresado después de una campaña de mercadeo tras un biombo que nos aísla. Desmeritamos así al Pueblo combatiendo en la calle.
La libertad se nos ha convertido en un concepto castrador. El capitalismo nos agrede en lo político, en lo social, en lo económico, y nosotros, en nombre de una libertad boba, respondemos con un equilibrio y una parsimonia propia de narcotizados.
El capitalismo nos crea desabastecimiento, y nosotros no lo acusamos ni lo combatimos. Al contrario, intentamos soluciones sin lesionar al enemigo, todo en aras de mantener una “libertad” que ellos no ejercitan y que a nosotros nos castra.
Los medios de deformación oligarcas son verdaderas cañoneras que veinticuatro horas al día nos bombardean, y nosotros, en pro de la libertad de expresión de los capitalistas, los “atacamos” con el “equilibrio”.
La única libertad que debemos aceptar, es la libertad de los constructores del Socialismo.
A los enemigos de las grandes mayorías, a los que nos quieren condenar a la miseria espiritual y material, a los capitalistas, “ni tantico así”.
Estos son sólo algunos ejemplos. Estamos poblados de anclajes en el pasado que no nos dejan avanzar. Es necesario subirnos a un huracán, romper con las cadenas del pasado y emprender la hermosa aventura del Gran Salto.
¡Solo el Socialismo salva a la humanidad, Chávez es Socialismo!
¡Aquí no se rinde nadie!
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