Una de las mejores armas ideológicas de la oligarquía es hacernos creer en la separación de las actividades sociales. Así, lo que pase en economía no tendría nada que ver con la política, ni la política con la cultura, ni la cultura con los consejos comunales, ni estos con la política internacional.
De esta forma nos van haciendo hombres fragmentados, atentos sólo a una pequeña área de la vida social. Por ejemplo, discutimos la autonomía universitaria desligada de la lucha por el Socialismo que conmueve las entrañas de la sociedad. Y, lo que es más importante, los hechos que ocurren en un área no los relacionamos con el rumbo del resto de la sociedad, los signos pasan desapercibidos, no nos preparamos para hacer frente al futuro que se anuncia. Veamos.
En los últimos días ha campeado en el país un ánimo conciliador, esa conciliación tiene dos derroteros posibles:
Uno, llevarnos a la restauración con un neopacto de punto fijo. Esta posibilidad es remota.
Dos, lubricar el camino al fascismo.
Razones de más para coincidir plenamente con el Comandante cuando dice que hoy el dilema de la Patria es Socialismo o barbarie.
Este ánimo conciliador que se ha hecho evidente en lo político, trae alertas, y es necesario establecer sus relaciones con las otras áreas sociales para poder entender la situación y las acciones que amerita. Relacionemos.
El otorgamiento del premio a Echeverría y a Visconti fue un fuerte indicio conciliador. El bando bolivariano extendió nuevamente la mano, y la mano fue nuevamente mordida. Sucedió lo mismo que después de abril y diciembre, allá, hasta arrodillados, pedimos conciliación y sólo obtuvimos rechazo, preparación de otra agresión. Recordando al Manifiesto de Cartagena, podríamos decir: “a cada perdón sucedió una nueva agresión, y a esa agresión un nuevo perdón”.
En conclusión, la conciliación ha fracasado en lo político. Y aquí cabe una pregunta:
¿De dónde viene ese espíritu conciliador que ha fracasado, cuáles son sus raíces, sus relaciones?
La conciliación política tiene estrecha relación con la conciliación económica y con la conciliación ideológica. Se concilia en lo político porque se concilia en lo económico y no nos diferenciamos en lo ideológico. De esta circunstancia surgen las formas falsosocialistas de propiedad, o los empresarios socialistas, o las propuestas de una etapa de transición que propone un sistema híbrido entre capitalismo y Socialismo, condenado al fracaso de antemano, pero que se usa como subterfugio para impulsar y desarrollar capitalismo.
El fiasco con Echeverría y Visconti no es un hecho aislado, anuncia los vientos por venir y coloca a la conciliación en su justo lugar: las formas económicas capitalistas no aceptan medias tintas, no aceptan conciliación, requieren formas políticas capitalistas bien definidas, el modelo conciliador en lo económico ha fracasado, y fracasa en lo político. Es que el dilema de este país es: Socialismo o Barbarie, no hay formas intermedias.
Se concilia por terror a avanzar hacia el Socialismo. En este país la única salida es economía socialista y política socialista.
¡Chávez no se negocia!
¡El Socialismo no se negocia!
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