Si quisiéramos
definir a la pequeña burguesía en dos palabras estas serían Egoísmo y Miedo, en
ese orden. Del egoísmo se desprende el miedo.
La pequeña burguesía compendia los
valores de la clase dominante pero exagerados, potenciados por la desesperación
de elevarse hacia el estatus que le está negado: hacerse burgués. Están
condenados a ser una caricatura de la clase dominante, a copiar exageradas las
pinceladas que definen el cuadro burgués. Es así que ostentan símbolos de
poder, imitación de los originales, por eso les producen más frustración que
placer. Siempre se quedan cortos en su disfraz de burgués.
Siendo así es una clase muy temerosa, su principal
miedo es el no poder imitar al burgués, el no poder ostentar su disfraz,
comprar los símbolos que imitan el poder, símbolos dictados por la propaganda
que los manipula. Los aterra el tener que vivir muy cerca de los barrios, el no
poder mantener su aislamiento de la "chusma." Por eso intentan
enclaustrarse con alcabalas, vidrios oscuros, cercas eléctricas, sistemas
satelitales de vigilancia, seguros de vida, del carro, menos los seguros que le
garanticen que no caerá en la escala social, de esos no hay.
Creen que se ganan la vida solos, sin relación con
nadie, se baten con la vida en solitario. De allí surge su profundo egoísmo y
su inmenso miedo. Podríamos parafrasear a Martí y decir: "Cree el
pequeño burgués vanidoso que su urbanización, su condominio es el mundo, y con
tal de entrar en él, de pasar la frágil alcabala que cubre su entrada se siente
satisfecho, ignora a estrellas y cometas".
El miedo que los habita los hace vulnerables. Sobre
ellos flota la debacle económica, el despido, el cierre de su fuente
de ingresos, no requerir más sus servicios, la obsolescencia tecnológica que
corre veloz y arruina a las empresitas. Sin embargo, toda esa angustia
proveniente de la fragilidad económica a que los somete el burgués, todo ese
miedo es redirigido a los humildes y a quien trate de redimirlo. El pequeño
burgués, paradójicamente no odia al burgués que lo esquilma, sino al humilde
que es tan víctima como él, no enfila su odio contra los candidatos del
capitalismo sino contra los candidatos que intentan redimir a la humanidad,
incluidos ellos.
Es así, el odio del pequeño burgués es irracional, es
demente, por eso es cruel, peligrosísimo. Es capaz de cualquier cosa llevado
por su angustia existencial, capaz de aceptar cualquier crueldad, de asesinar
al que considera, erradamente, el origen de su desasosiego.
Cuando la locura aflora, explota, no hay razonamiento
ni reflexión que valga, actúan comandandos por el miedo, sus amarres éticos los
diluye el terror. Así se explica el fascismo.
No estamos hablando de Europa, aquí cerquita vimos la
locura, que asesinó a García Lorca, a Víctor Jara, que desapareció miles en el
Cono Sur. En Chuao, en el asedio a la gloriosa Embajada de Cuba vimos actuar a
la turba desquiciada y a sus líderes.
¡Con Chávez siempre!
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