Esta historia me la contaba mi padre en las tardes llaneras cuando se iba la luz y sólo quedaban las narraciones de los viejos para aliviar los miedos de la llegada de la noche, entonces salíamos al fresco de la calle y comenzaban los cuentos. Oigamos.
“Era una vieja que todo el día se la pasaba en la plaza del pueblo gritando: ¿hasta cuándo Díos mío? Y a continuación relataba alguna tragedia sufrida por el pueblo humilde. Todos los días como un periódico ambulante gritaba: ¿Hasta Cuándo Díos mío? Tanta hambre. ¿Hasta cuándo Díos mío? Tan caro mandar los hijos a la escuela. ¿Hasta cuándo Díos mío? Tanta miseria y tanta enfermedad. Buena parte de la noche seguían los gritos.”
Aquella letanía era interminable, ya llevaba años. Hasta que un día la vieja fue a la plaza y permaneció callada, al ser preguntada sobre su silencio respondió: Anoche, ya tarde, apareció en la plaza una lechuza que dijo ser la lechuza de Minerva, y me habló, asustada le oí: “deja ya de gritar y de quejarte, de preguntarle a Díos hasta cuándo esto y hasta cuándo lo otro, las penurias de los humildes serán hasta que ellos develen el engaño y decidan luchar unidos, liberarse del sistema que los oprime, fundar un sistema donde nadie pueda comprar la vida de nadie y ninguno necesite vender su vida”.
La historia vino a la memoria jalada por la tragedia de los obreros chilenos sepultados en la Mina San José, propiedad de una familia de explotadores que siempre han exprimido la vida de los obreros para transformarla en sus privilegios, lujos y dilapidaciones, es que como buenos capitalistas sólo les interesa la ganancia.
Los mineros están allá en el fondo de la tierra, se comunican con ellos por un tubito de pocas pulgadas que baja setecientos metros, por allí va una cámara de televisión y ya el mundo pudo ver la cara de uno de los muchachos que en lugar de enterrado vivo, debía estar sentado en un pupitre de la Misión Ribas.
Llevará algunos meses sacarlos de la sepultura donde están condenados por un sistema en el que las ansias de ganancia superan las necesidades de seguridad, así es el capitalismo: “el hombre puede morir, la ganancia no puede mermar.”
Esos mineros son una acusación al sistema capitalista, más que una acusación, una condena. Claro que los medios de desinformación se encargarán de hacer del hecho un Reality Show, prestigiarán la tecnología, sacarán ganancia de la tragedia humana, intentarán aislarla de la historia de Chile, de las derrotas que los humildes han sufrido en ese país, del Asesinato de Allende, gobierno humano que quiso humanizar la minería.
Entre tanto la humanidad seguirá su camino suicida, las noticias macabras continuarán, la naturaleza se deteriorará, las guerras injustas sucederán, el hambre, la miseria, campearán.
Y habrá millones que gritarán solitarios ¿Hasta cuándo Díos mío? Sin saber la respuesta que trajo la lechuza.
¡Chávez es Socialismo!
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