Hoy el planeta está sumergido en una crisis terminal que afecta drásticamente a todo, desde la ecología, la economía, la estructura social, las migraciones, la alimentación, la seguridad, hasta lo militar… todo está en crisis.
Fidel, el hombre del ánimo infinito, con el mismo grito de ¡Aquí no se rinde nadie! que inició en Alegría de Pío la gesta de la Sierra Maestra, nos llama a no desfallecer, a buscar salidas a las dificultades, a salvar a la especie humana. Fidel es optimista.
Oigámoslo y cumplamos nuestro deber de humanistas: buscar con el desespero del náufrago, salidas para la humanidad.
Lo primero es detectar las causas de la crisis: es una crisis global, del sistema, que se expresa de manera principal en la ética, en la moral. Es el comportamiento humano la causa de la crisis, es allí, en el corazón del humano donde están las respuestas a la adversidad. Busquemos.
La moral, la ética, están íntimamente ligadas a las relaciones sociales. Un clásico postuló que: “la condición humana son las relaciones sociales”. Esta es la esencia del problema: “la crisis es del hombre del capitalismo, de las relaciones capitalistas.” Son las relaciones capitalistas las que producen al hombre depredador de sí mismo y de la naturaleza. Se deduce que la Humanidad capitalista no es viable, está condenada a desaparecer, que la única solución es superar al capitalismo, construir el Socialismo.
Fidel dice que la salida está en llevar la verdad al mayor número de personas en el mundo, estamos de acuerdo. De allí que nuestro deber es construir el Socialismo, predicar con los hechos, demostrarnos y demostrar a la Humanidad que una nueva relación entre los humanos, un hombre nuevo, un mundo nuevo, son posibles. Y con ese ejemplo movilizar al resto de la Humanidad.
Esa es nuestra responsabilidad. Ahora bien, en momentos definitorios, cuando el capitalismo agoniza, la situación de peligro para la humanidad es más grave que nunca. El fascismo, que es el principal mecanismo de defensa del capitalismo, es activado siempre que surge la esperanza. Nos acecha desde afuera, pero el mayor peligro se agazapa dentro de nosotros mismos.
La Revolución, que debe educar con el ejemplo, no puede permitirse comportamientos capitalistas, contrarios a la ética nueva que es indispensable. Debemos concientizar que un revolucionario con conducta egoísta, inquina capitalista, hace más daño a la revolución que un escuálido, porque su conducta perversa se extiende en las filas de la Revolución, esparce el desencanto, no permite la construcción de las nuevas relaciones.
La Revolución debe cuidar la conducta, no es algo menor, es allí donde se manifiestan las relaciones que estamos construyendo, la ideología que nos guía. Si la conducta es contraria a los preceptos revolucionarios, si relega al humano, significa que esa persona, esa institución, va por mal camino, está dañando la causa revolucionaria, no está a la altura del reto que asumimos, está cometiendo un crimen.
Una conducta que debilite el ejemplo revolucionario, fortalece la posibilidad fascista.
¡Chávez es Socialismo!
¡Socialismo o fascismo!
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