La orden del presidente Nixon fue tajante: acabar con la Chile de Allende. No podían tolerar a un pueblo dispuesto a explorar sus propios caminos, era un mal ejemplo para el resto del continente y del mundo.
Los servicios secretos gringos emprendieron la perversa tarea, diseñaron un plan. Los medios de difusión comenzaron su labor de ablandamiento, de siembra de terror, de movilización de los temores instalados en el inconciente colectivo, los sectores más oscuros de la sociedad se plegaron al oprobio.
El plan era debilitar el gobierno, apartarlo del pueblo, y en ese momento darle el zarparzo, aplicar la política de choque, hacer de la experiencia de Allende algo tan doloroso que el sólo pensarla espantara.
En el desarrollo del plan debían detectar los puntos críticos, los centros de gravedad del gobierno de Allende, al tomar esas colinas debilitarían al gobierno. Uno de esos puntos era el ejército.
Así surge la necesidad de salir del General Prats y facilitar el ascenso del general pinochet. Fue tal la embestida de la oposición, de los escuálidos, las manifestaciones de damas, las provocaciones, los cacerolazos, el descontento de los oficiales de derecha, que el General Prats tuvo que renunciar, y Pinochet, rastrero, tomó la colina sin disparar un tiro… Lo que vino después es historia que aún lloramos en el continente.
En Venezuela vivimos similar proceso. Aquí el pueblo, encarnado en la Revolución y el Comandante, decidió explorar su propio rumbo, e inmediatamente el proceso de guillotinar la esperanza se puso en marcha. Golpes, saboteos, guarimbas, intentaron detenerla.
Cuando la Revolución se consolida, comienza a crear otro mundo, rescata la austoestima de los humildes, y establece relaciones amorosas entre el pueblo y su gobierno. Cuando la Revolución avanza, entonces la oligarquía internacional despliega un gran plan para derrocar al gobierno de Chávez, ese plan está en pleno desarrollo, se parece al de la Chile de Allende.
Buscan los centros de gravedad del gobierno, el complot oligarca pasa por desquiciarlos. Allá en Chile era el General Prats quien garantizaba la fidelidad del ejército, aquí uno de esos centros es el Ministro Rafael Ramírez, quien garantiza que la fundamental PDVSA marche sin mayores contratiempos al ritmo de la Revolución, al ritmo del Comandante Chávez.
Los centros de inteligencia gringos, del Mossad, de los europeos, saben que desquiciando la petrolera fracturan gravemente al Gobierno Revolucionario. Es por eso que siempre la han atacado, y ahora cuando aceleran sus planes de derrocamiento, intensifican su ataque a esa posición importante y leal.
Que nadie se engañe, que nadie piense que podemos jugar al niño malo, al “quítate tú”, a la política de Liceo. Estamos frente al despliegue de la etapa de ablandamiento de un golpe de Estado de altísima factura. Después, al desequilibrar a la Revolución, vendrá el zarpazo fascista.
Se aprovechan de nuestras extenuaciones, de las grietas que dejan los comportamientos mezquinos que sólo visualizan las parcelas, de la falta de comprensión del problema global. La Revolución debe cerrar filas.
¡Sin Chávez no hay Socialismo!
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