Las últimas acciones de Lina Ron justifican una reflexión de la política de Formación de Cuadros Revolucionarios en la Revolución Bolivariana.
Lina y su organización alardearon frente a Globovisión, allí llegaron con ostentación, lanzaron unas lacrimógenas y a continuación retrocedieron prestos.
No vamos a considerar si por detrás de este rarísimo acto, hubo alguna mano extraña, ese estudio pertenece a la historia y a los cuerpos de investigación. Sólo veremos la base ideológica que sustenta esas conductas.
Venezuela, país capitalista-rentista, tiene un alto porcentaje de clase media y de población marginada del proceso de producción-consumo, de excluidos. Para verificar esto, no es necesario ningún estudio estadístico, ni sociológico, basta ir al Este para ver a la clase media, y es suficiente levantar la vista a los cerros para ver a los excluidos.
Somos además un país con una Clase Obrera incipiente e inmadura, muy colonizada por otras ideologías.
Esta condición, de altos porcentajes de pequeños burgueses y de excluidos, y una Clase Obrera aún inmadura, no encontrada con su ideología socialista, fraterna, nos hace un país favorable para el florecimiento de ideologías egoístas, individualistas, en resumen, para ideologías contrarrevolucionarias.
La Revolución Bolivariana ocurre en un país con esas características, comienza a avanzar en medio de una fuerte lucha ideológica interna, que aún perdura. En esa lucha interna, las ideologías individualistas, egoístas han tenido lugar preponderante: la ideología pequeña burguesa impuso fórmulas económicas que escamoteaban la Propiedad Social de los Medios de Producción, y la ideología marginal desarrolló una suerte de populismo, inmediatista, antisocial, violento, torpe.
La ideología marginal es refractaria a la disciplina social, es grupal, sus soluciones más que violentas son escandalosas, vociferantes, atropellantes, no tiene visión más allá de lo inmediato y de su entorno. No puede construir propuestas económicas, sociales, políticas, su acción se reduce a lo individual.
Así sus acciones se dirigen a las personas, y nunca contra el sistema, imputan los problemas a las malas actuaciones personales.
Sus políticas no superan al entorno, no llegan a cuestionar al sistema capitalista, por supuesto con esa visión del mundo son fácil presa de errores, de infiltraciones, de manipulaciones.
Cuando la Revolución avanza, esas conductas marginales que al principio eran tolerables y hasta graciosas, que el enemigo las aupaba por saberlas inofensivas, se hacen altamente perjudiciales y son excusas para atacar a la Revolución.
No hay dudas, son pocos los que aún no captan que estas conductas perjudican a la Revolución, pero son muchos lo que no superan la simplicidad de pensar que: “todo lo que perjudique al enemigo es revolucionario.” Y es ese criterio contrarrevolucionario el que guía sus acciones.
La Revolución no es meramente un destruir de lo viejo, es ante todo la construcción de lo nuevo, del Socialismo, y eso sólo es posible, prefigurando las nuevas relaciones sociales y la conducta revolucionaria en las organizaciones, que deben ser ejemplo de lo que queremos construir, ganarse al pueblo, hacerlo comprender que vale la pena luchar por el Socialismo.
¡Chávez es Socialismo!
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