En anterior columna comentábamos la crisis que se avecina, citábamos a Fidel y a altas personalidades de las finanzas que vaticinan días azarosos para la economía mundial.Terminábamos aquella columna haciendo algunos comentarios referentes a las consecuencias que esa situación tendría en Venezuela y algunas reflexiones vinculadas a las medidas para enfrentar las calamidades posibles.
Nuestras preocupaciones se acrecientan cuando leemos la prensa y encontramos a la dirigencia Bolivariana viéndose el ombligo, sumergida en problemas domésticos cual guión de mala telenovela: que si este le dio una carta a aquel, que si no me la diste, que si fue firmada por muchos parlamentarios, que si es mentira, que el pasado a tribunal es “buena gente”, que si lo reconocemos, que ese tribunal disciplinario es provisional, que si hay tendencias, que si no hay, que si esto, que si aquello, puros asuntos domésticos, de espalda a la realidad de la masa, o como está de moda decir, de la multitud.
Entre tanto, en la discusión de la reforma mostramos debilidades: parece que tuviéramos vergüenza de defenderla, de decir, que es nuestra y no de los oligarcas, que nunca ha sido de ellos. Al contrario, construimos escenarios para que los enemigos del Pueblo, del Socialismo, de la Revolución, nos insulten.
Parece que tenemos miedo de ser diferentes a los oligarcas: nos esforzamos por tender puentes, por buscar equilibrios, los invitamos a las pocas televisoras que tenemos, les damos la palabra en la Asamblea, y, por supuesto, ellos se crecen ante nuestras debilidades.
Mientras, la crisis se acerca y nosotros no nos estamos preparando: no estamos preparando al Pueblo, no le estamos dando razones sagradas por las cuales luchar. Estamos cómodos, nos sentimos seguros con los números de las encuestas y las votaciones pasadas.
La burocratización de la política nos ha hecho perder el ímpetu revolucionario, sustituimos el trabajo de hormiguita, el desprendimiento, la mística del militante, por la llamada por teléfono. Ahora el acto televisado y la propaganda en el periódico sustituyen al calor humano de la acción revolucionaria. La estadística, la encuesta, sustituye al vibrar popular, aquel que se siente en las paradas, en la calle, en las areperas. Estamos haciendo de la política un marketing, más que una pasión. Es necesario, urgente, recuperar la mística.
Es necesario ¡gritar!, ¡gritar con vehemencia!, nuestro apoyo a la Revolución Bolivariana, nuestro enfrentamiento a los oligarcas. Es necesario gritar que estamos resteados con el Socialismo, con el Comandante Chávez, que somos capaces de cualquier sacrificio por defender nuestras ideas y nuestros sueños, que ningún sifrino con sus manitas pintaditas de blanco conseguirá derrotarnos, que ningún imperio conseguirá manipularnos, que ninguna invasión, sea de la forma que sea, conseguirá truncar la Esperanza.
Frente a las dificultades que se avecinan, tenemos que jugar cuadro cerrado, robustecer el espíritu y el brazo, gritar duro que la Revolución puede contar con nosotros. Guerra avisada sólo mata a los descuidados.
¡Sin Chávez no hay Socialismo, Sin Socialismo no hay Chávez!
¡Irreverencia en la discusión, Lealtad en la acción!
¡Orden del Libertador para los Cinco Héroes Defensores de la Humanidad!
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