5.6.06

LA CRÍTICA.

Cuando se pierde la capacidad de crítica, necesariamente viene un estancamiento, se produce un extrañamiento de la realidad y, por lo tanto, se pierde una de las facultades que nos caracteriza como seres humanos, el aprendizaje. La pérdida de la crítica, es pérdida de la posibilidad de análisis. En un individuo es grave, pero en la dirección de una Revolución necesariamente la condena al fracaso. Veamos.
Las direcciones revolucionarias se alimentan de su relación con el pueblo, es en este vínculo, pueblo-dirección, que se sustenta el proceso revolucionario. Cuando este enlace se pierde, el pueblo queda a la deriva y la dirección se incomunica en una ficción de país. Ahora bien, la unión pueblo-dirección tiene como uno de sus fundamentos la crítica. La dirección actúa, propone, ejecuta, pero es la crítica, el juicio del pueblo, el que le informa lo acertado y aceptado de su actuación, permitiendo los ajustes. Es la crítica la que le impide aislarse en un mar de soberbia.
La importancia de la crítica se evidencia en la historia patria. La vida del Libertador se puede enmarcar dentro de dos críticas: El Manifiesto de Cartagena, impugnador de la República boba; y su testamento, “he arado en el mar”. La Revolución que hoy vivimos nace de un reconocimiento crítico, el célebre “por ahora”. Fidel Castro nos da una lección de la importancia de juzgarse, cuando en su discurso de la Universidad de La Habana, declara, con la valentía del que sabe que en eso va la vida, que la Revolución Cubana puede revertirse de no corregir los errores.
De lo anterior se deduce que la capacidad de crítica de un pueblo, nos dará la medida del avance de una Revolución. Al principio los señalamientos vienen cargados de la cultura de la dominación, cuando las masas aplastadas y desinformadas criticaban lo pequeño, lo hiriente, lo doméstico, era esa una manera de manifestar su descontento, eran inofensivos.
Es tarea de la Revolución transformar esa crítica pequeña, mezquina, en la crítica con grandeza, la que ayuda a la redención de los pueblos. No obstante, la dirección debe oír toda crítica, en todas hay una enseñanza y una alerta. Ya lo dijo un clásico revolucionario, prefiero una crítica a mil halagos. Quien me critica es mi amigo, quien no me critica es sospechoso. La historia no registra un caso en el que oír una crítica le hizo daño a la Revolución, sin embargo, conoce casos en que por no escuchar las críticas se derrumbaron edificios revolucionarios que se creían eternos. Podemos terminar diciendo, parafraseando a los clásicos, sin crítica revolucionaria no hay Revolución.
¡Solo el Socialismo salva al pueblo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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