La humanidad permanece aún en la prehistoria, así lo dicen los clásicos. Esta prehistoria tiene como rasgos principales la acumulación material, el aumento desmedido de las fuerzas productivas y de la producción como objetivo, y la explotación del hombre por el hombre como fuente de riqueza.
La entrada en la Historia será la sustitución de esa cultura de la primacía de lo material, por la cultura de la hegemonía de la espiritualidad. Este salto no es fácil, se trata de cambiar el rumbo de la humanidad, instaurar una nueva manera de vivir, fundar una cosmovisión en la que el desarrollo del pensamiento, del conocimiento, el sentimiento amoroso, la relación fraterna, el humano, sean la meta, y el equilibrio con la naturaleza sea condición de la evolución.
Nunca ha sucedido un cambio social de esta magnitud y de esta importancia, nunca la humanidad ha enfrentado reto tan definitivo: supera su pre-historia o la humanidad perece. La civilización capitalista es insostenible.
En este paisaje, en esta geopolítica, o mejor, en este geohumanismo, es que el 26 de Julio cobra dimensión universal. Veamos.
El Cuartel Moncada es el inicio del camino de la hegemonía de lo espiritual, toda esa hazaña está signada por la fe en el alma de la sociedad. Como dicen esos próceres: "Se trataba de, con un motor pequeño, activar un motor grande". No ofrecían nada material, esperaban, dice Fidel, que el pueblo y los soldados se sumaran a su causa, porque: "¿Qué cubano no ama la gloria? ¿Qué alma no se enciende en un amanecer de libertad?"
La gloria era sentirse reconocido por su gente, servir a la sociedad, eso era lo que ofrecían, sólo eso movió a aquellos combatientes que aún la humanidad recuerda. Los episodios heroicos son muchos, sea suficiente recordar uno relatado por el mismo Fidel en su comparecencia ante el tribunal que lo juzgaba:
"Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban las compañeras Melba Hernández y Haydée Santamaría, y dirigiéndose a la última mostrándole el ojo, le dijeron: "Este es de tu hermano, si tú no dices lo que no quiso decir, le arrancaremos el otro." Ella, que quería a su valiente hermano por encima de todas las cosas, les contestó llena de dignidad: "Si ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo."
Esta es la calidad de los combatientes del Moncada, la dignidad de esos jóvenes estaba moldeada por los ideales, por la superioridad del espíritu, nada material es capaz de forjar ese carácter, esa actitud, ese pueblo.
El caudal de amor del Moncada impregna todas las acciones de la Revolución Cubana: desde el Moncada hasta la última misión de solidaridad internacional está guiada por esta nueva manera de ver el mundo. Es así que la Revolución Cubana señala a la humanidad el camino del alma, el sendero de la historia.
¡Sin Chávez no hay Socialismo, sin Socialismo no hay Chávez!
La entrada en la Historia será la sustitución de esa cultura de la primacía de lo material, por la cultura de la hegemonía de la espiritualidad. Este salto no es fácil, se trata de cambiar el rumbo de la humanidad, instaurar una nueva manera de vivir, fundar una cosmovisión en la que el desarrollo del pensamiento, del conocimiento, el sentimiento amoroso, la relación fraterna, el humano, sean la meta, y el equilibrio con la naturaleza sea condición de la evolución.
Nunca ha sucedido un cambio social de esta magnitud y de esta importancia, nunca la humanidad ha enfrentado reto tan definitivo: supera su pre-historia o la humanidad perece. La civilización capitalista es insostenible.
En este paisaje, en esta geopolítica, o mejor, en este geohumanismo, es que el 26 de Julio cobra dimensión universal. Veamos.
El Cuartel Moncada es el inicio del camino de la hegemonía de lo espiritual, toda esa hazaña está signada por la fe en el alma de la sociedad. Como dicen esos próceres: "Se trataba de, con un motor pequeño, activar un motor grande". No ofrecían nada material, esperaban, dice Fidel, que el pueblo y los soldados se sumaran a su causa, porque: "¿Qué cubano no ama la gloria? ¿Qué alma no se enciende en un amanecer de libertad?"
La gloria era sentirse reconocido por su gente, servir a la sociedad, eso era lo que ofrecían, sólo eso movió a aquellos combatientes que aún la humanidad recuerda. Los episodios heroicos son muchos, sea suficiente recordar uno relatado por el mismo Fidel en su comparecencia ante el tribunal que lo juzgaba:
"Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban las compañeras Melba Hernández y Haydée Santamaría, y dirigiéndose a la última mostrándole el ojo, le dijeron: "Este es de tu hermano, si tú no dices lo que no quiso decir, le arrancaremos el otro." Ella, que quería a su valiente hermano por encima de todas las cosas, les contestó llena de dignidad: "Si ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo."
Esta es la calidad de los combatientes del Moncada, la dignidad de esos jóvenes estaba moldeada por los ideales, por la superioridad del espíritu, nada material es capaz de forjar ese carácter, esa actitud, ese pueblo.
El caudal de amor del Moncada impregna todas las acciones de la Revolución Cubana: desde el Moncada hasta la última misión de solidaridad internacional está guiada por esta nueva manera de ver el mundo. Es así que la Revolución Cubana señala a la humanidad el camino del alma, el sendero de la historia.
¡Sin Chávez no hay Socialismo, sin Socialismo no hay Chávez!
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