Cuenta Gramsci que: “inmediatamente después de estallar la Revolución, y antes de salir para Rusia, Lenin había mandado este aviso: “desconfiad de Kerenski”.
Pocas veces en toda la historia revolucionaria una estrategia, un pensamiento, una enseñanza política se ha condensado en tan pocas palabras, en tan escueto mensaje.
Lenin sabía que después de derrotada la monarquía del Zar se abría un período revolucionario, donde el principal enemigo del avance sería el reformismo. Y en aquella situación de extremo riesgo, cuando se disponía a entrar en el “Tren Blindado” que atravesando a la hostil Alemania y el frente de guerra, lo llevaría al centro de la batalla revolucionaria, él envió como testamento y postrera instrucción, una suerte de epitafio que significa: desconfiad de kerenski, de los reformistas, ellos son el principal enemigo de toda Revolución…
La historia le dio la razón, no sólo en Rusia donde la Revolución se concretó luchando contra la alianza de reformistas y capitalistas internacionales, sino en toda Revolución que desde ese día se ha intentado en el planeta.
Es así, siempre que la posibilidad revolucionaria surge aparece el reformismo restaurador morigerando las aguas, llamando a la calma, frenando, distrayendo el ímpetu, “no hay condiciones” dicen. “El capitalismo no sirve pero debe ser superado poco a poco”, proclaman. Los más audaces meten miedo y alertan, “sin los capitalistas no hay producción.”
El fenómeno es comprensible. Veamos.
Una Revolución es un salto, un cambio de tal magnitud que aterra. Contra él conspiran las costumbres, los valores, la psiquis profunda, allí donde está anclada la vieja visión del mundo. En la hora definitiva cuando el cambio toca a la puerta, cuando la sociedad se encuentra en la posibilidad del vuelo alto, entonces aparecen las voces que vienen desde la caverna de siglos, milenios de oprobio, y nos susurran retroceder, a volver a lo conocido, a la tranquilidad de lo conquistado, a las cadenas, ahora un poco más relucientes.
Pero el hombre es un animal más curioso que sensato, más audaz que mesurado, más altruista que egoísta, más humano que animal. Y son esas cualidades las que permitió que conquistara mares en cáscaras de nueces o que subiera montañas con el único aliciente de ver el horizonte lejano. Son esas características las que le permitieron a Bolívar cruzar los Andes, a Fidel asaltar el Moncada, a Chávez intentar tomar el cielo por asalto, a Fabricio dejar el curul, a Américo Silva dejar la familia para ir a favorecer a la humanidad toda, a Martí cargar en Dos Ríos, al Che morir en La Higuera con la dignidad con la que vivió, y a los Cinco Cubanos secuestrados por el imperio, resistirlo todo para demostrarnos que el hombre nuevo existe… El hombre capaz de vencerse a sí mismo.
Esa cualidad del humano será la que nos permita ir por sobre las consejas que brotan de las cadenas mentales, y ensayar el salto audaz que funda mundos y justifica la lucha… Lenin, tenía razón.
¡Con Chávez Resteaos!
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